Mira lo que has hecho, Berto

En dos ratitos de nada nos hemos visto en casa la nueva serie de Movistar +, creada por Berto Romero y dirigida por Carlos Therón. Consta de seis capítulos de veinticinco minutos, y eso, de entrada, es de agradecer. Breve y buena, en dos palabras. Mira lo que has hecho nos presenta a una pareja formada por Berto (alter ego del mismísimo Berto Romero, que se interpreta a sí mismo) y Sandra (Eva Ugarte). Se quieren y acaban de ser padres de Lucas. Por los capítulos desfilan secundarios maravillosos que interpretan a los padres de Berto, a su hermano, su cuñada, su suegro (quien no lo traga porque no tiene un trabajo «de verdad»), su suegra (alegre separada y con un novio más que conocido), o el pediatra de Lucas, inolvidable personaje.

A pesar de la brevedad de los episodios, la forma de narrar los acontecimientos logra una condensación que sorprende por su elocuencia. En el primer capítulo, recién estrenada su paternidad, Berto y Sandra reciben en su casa las visitas de padres, cuñada y amigos con una fingida amabilidad y a todas luces sobrepasados por la situación. Aunque pueda parecer una serie solo para que la disfruten quienes son padres y han vivido situaciones parecidas, en realidad se retratan otras cuestiones de nuestra sociedad, y siempre con una comicidad inusual. Hacía tiempo que no me divertía tanto con una serie de televisión.

Mira lo que has hecho es ante todo una comedia: urbana, bastante gamberra, cotidiana, a ratos absurda, que trata temas variados como las dudas de los padres primerizos, lo efímero de la fama, la permisividad de algunos padres con sus hijos (fantástico capítulo el del youtuber Polímero), la suficiencia de muchos padres (brutal el episodio del grupo de padres de la guardería, el Guardipapis), la vida en pareja, la pérdida de la pasión cuando nos gana el estrés, los estereotipos… Sin embargo, también tiene momentos emotivos, sobre todo al final, cuando casi todos los personajes comparten escena en el hospital, donde espera el desenlace sublime que nos arrastra desde la lágrima por lo que acaba de vivir Berto a la carcajada irreprimible de la escena del pediatra en cierta situación incómoda. Incómoda para otros, no para él -no quiero desvelarlo, hay que verla.

Otro punto a favor es su universalidad, porque las historias que se cuentan podrían transcurrir en cualquier lugar de nuestra sociedad occidental, con lo cual la serie es fácilmente exportable.

Me alegro muchísimo de que se haya confirmado que habrá continuación, y espero que esta mantenga el nivel, muy alto de por sí.

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Bye, bye, baby boom

Las mujeres vivimos permanentemente cuestionadas. A partir de cierta edad, comienza el tercer grado: ¿No tienes novio? ¿Y cuándo os casáis? ¿Para cuándo el bebé? ¿No vas a hacer abuelos a tus padres? ¿Cuándo le vas a dar un hermanito a X.? ¿Vas a dejar de trabajar? ¿Cuándo vuelves a trabajar? Y así sucesivamente.

En lo que concierne a tener o no descendencia, me gustaría dar voz desde aquí a varias de mis amigas. La decisión de tener hijos compete, en primer lugar, a las mujeres, por el sencillo e incontestable hecho de que es nuestro cuerpo el que va a soportar un tobogán de cambios físicos, hormonales y emocionales y el que va a pasar por el parto y el puerperio, y solo por estos motivos las mujeres somos las primeras en decidir, apoyadas en todo momento por nuestra pareja y nuestra familia.

Si una mujer en edad fértil, con pareja estable y medios económicos responde que no quiere tener hijos ante la insistencia de familiares y conocidos, siempre soportará la incredulidad de sus interlocutores, y quizá la susceptibilidad: en estos casos, se tiende a pensar que ella no puede tener hijos. Ella o su pareja, claro, aunque por alguna razón se suela señalar a la hembra como la que «no puede» tener hijos, sin tener en cuenta que a lo mejor «no quiere» tener hijos, y no deja de ser una mujer completa, realizada, satisfecha con su vida y, por encima de todo, feliz.

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Cabe la otra posibilidad, y entonces no puedo imaginarme lo doloroso que resultará para estas parejas que les pregunten año tras año cuándo se van a animar a ser papás. Una amiga mía y su marido están ahora esperando su primer hijo, concebido por fecundación in vitro tras superar muchos obstáculos y, según me cuenta ella, soportar habladurías y comentarios de mal gusto, como la sugerencia de relajarse para lograr concebir, pues todo se reduce, parece ser, a estar tranquila y no preocuparse tanto, como si para conseguir un embarazo bastase con asistir a clases de yoga. Sigue leyendo

Libros son amores

Quienes me conocen saben que he pasado los últimos casi catorce años de mi vida trabajando en una librería. Y no, no lo he dejado para ponerme a escribir un blog. La marcha fue forzada porque hubo que cerrar: las ventas no eran tan boyantes como hace años, el sector del libro lleva una temporadita en crisis y ya no se sostenían los números. C’est la vie.

Hoy quiero hablar de libros, librerías y lectores. Para situarme un poco, he echado un ojo a esta página: https://www.mecd.gob.es/dam/jcr:bd29177e-2c26-4dbf-80d5-cc40a12a676d/el-sector-del-libro-en-espa-a–junio-2017.pdf

El sector del libro en España (junio 2017). Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Observatorio de la Lectura y el Libro.

Quien esté interesado en estadísticas de todo tipo referentes al mundo del libro, su edición, venta y distribución, tiene información de sobra en este documento. Yo me detendré solo en algunos datos llamativos, sacados de este informe, y los voy a resaltar en negrita para que quede claro que son datos copiados textualmente de dicho informe.

El libro en papel representa cerca del 72% de la edición en España. El digital, más de un 26%. Una parte de la edición, particularmente la referida a libros autoeditados a través de plataformas digitales como Amazon, Ibookstore o Google Play, entre otras, queda fuera de esta estadística oficial, unos datos que no están disponibles.

La irrupción del libro digital ha podido influir, es lícito pensarlo, en que la venta de libros en papel decaiga. Sin embargo, vemos que todavía no es un porcentaje alto el de la edición digital. Es más, según me contaban algunos clientes, muchos lectores tradicionales compaginan el e-book y el papel, y se decantan por uno u otro en función del tipo de lectura. Para el ocio, hay quienes prefieren el papel, y para el estudio o el ejercicio de su profesión, el libro digital. No puedo hablar del libro digital como usuaria (sigo anclada al de papel), pero quisiera destacar el hecho de que, al contrario de lo que pueda parecer, el libro electrónico no es tan barato en comparación con el tradicional. Quizá por eso esté pasando con los libros un poco como con la música: las descargas ilegales influyen en las ventas (o en las no-ventas, para ser exactos). No nos damos cuenta de nuestra responsabilidad como consumidores. Al descargar un libro de manera ilegal, perjudicamos al sector en su totalidad: autores, traductores, imprenta, editores, distribuidores, libreros. Sigue leyendo

Soy rojilla desde que nací, y rojilla me voy a morir

La primera vez que mi padre me llevó al estadio del Sadar fue el 7 de enero de 1990, y Osasuna venció al Real Oviedo por cuatro goles a cero. Eran los años en que los futbolistas aún no se depilaban ni llevaban cintas en el pelo. Se fumaba mucho más que ahora, o al menos esa era mi sensación de niña de nueve años rodeada de hombretones lanzando exabruptos atados a un puro humeante. Aquel equipo de sangre navarra en su mayoría, con Pedro Mari Zabalza al mando, el ambiente de gentío exaltado dejándose la garganta y las palmas de las manos, mi padre explicándome las reglas del fútbol, nombrando a los jugadores para que los fuese conociendo; todo ello me enganchó de tal manera que ya nunca dejé de ir a animar a Osasuna. Sigue leyendo

Ven, princesa, y déjate llevar a un mundo ideal

(Ojo, contiene destripes)

Quienes pasamos de la treintena hemos crecido con la magia de Disney, ese universo azucarado de finales felices, icónicos personajes inolvidables, canciones pegadizas y virtuosismo visual. Nuestra infancia no hubiera sido la misma sin Bamby, Aladdin, Peter Pan o El Rey León. Y la factoría sigue creciendo, y desde que se asoció con Pixar, sigue pariendo obras maestras, como la última que he visto, Coco, una delicia que recomiendo disfrutar.

Pero hoy quiero hablar de las princesas Disney (de aquí en adelante, las P.D.). No soy crítica de cine; quiero decir que no ejerzo de tal, pero como espectadora de montones de películas Disney, voy a destacar los cambios que han experimentado las P.D.

En un primer grupo meteré a Blancanieves, Aurora (La bella durmiente), Cenicienta, Ariel (La Sirenita), Pocahontas, Yasmine (Aladdin) y Anna (Frozen, el reino de hielo). Su rasgo distintivo es el flechazo amoroso. Todas ellas caen en algún momento de la película rendidas ante el macho alfa. Los casos más llamativos son los de Blancanieves y Aurora, quienes, estando totalmente groguis (una por envenenamiento brujeril y la otra por hechizo con rueca) se enamoran perdidamente de sus respectivos príncipes azules al ser despertadas por un beso de amor. No sé cómo no tenemos más traumas después de esto, de ver cómo un desconocido, por muy príncipe que sea, les planta un beso y se casa para el resto de sus días felices llenos de perdices (y pichones, caviar, marisco y aguacates a tutiplén). Todas estas P.D. centran su existencia en estar junto a él, su chico. El caso de Anna es un poco diferente: el príncipe del que cree estar enamorada es al final el villano de la película. El que se lleva su amor cuando acaba toda la aventura es un personaje fuera del tópico «príncipe azul» (Kristof), pero esa es otra historia. Sigue leyendo

Feliz San Valentín

En la calidez del refugio residen

la sensación del nosotros,

la mirada anclada en el tú.

La emoción atenuada por el paso de los años

pervive y sobrepasa los primeros escalofríos.

Una hoja del calendario no apuntala el amor,

ni una caja de bombones debería ser obligada.

Déjame quererte el veinticuatro, el tres,

el quince – y no solo el catorce – por infinitos lustros,

mientras crecen nuestras flores,

esas que sí nos apuntalan, más que nada

en el mundo.

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En torno a la lactancia

Al principio, tener grietas es normal, pero luego cicatrizan y no las notas. Es importante ponerlo a demanda, cuanto más lo pongas más leche producirás. Yo lo pongo cada tres horas y me duerme muy bien. Para los cólicos ponlo en esta postura. Después de tomar tiene que echar el eructo. Yo me saco con el sacaleches y congelo, es que tengo muchísima. A mí se me queda con hambre, le tengo que complementar con fórmula. Eso te parece a ti, debes intentar lactancia exclusiva, que luego se malacostumbran y se olvidan de mamar. El mío solo quiere del pecho izquierdo, con el derecho llora sin parar. Mi cuñada tuvo mastitis y lo tuvo que dejar. ¿Cómo es que le sigues dando de mamar con año y medio que tiene? Sigue leyendo

Portavoces y portavozas

Como no siempre puedo ver las noticias (aprovecho para sugerir a Clan TV y a Disney Channel que incorporen noticias en su programación, en una ventanita chiquitita en una esquina aunque sea), se me había pasado por alto esto de lo que todo el mundo habla desde el martes. Pero, gracias a que tengo amigas que me conocen muy bien, recojo la sugerencia de escribir sobre ello. Si los demás opinan, yo también, y más aún siendo filóloga de formación.

Al lío. Pues resulta que Irene Montero, portavoz de Podemos en el Congreso, soltó muy orgullosa ella esto de «portavoces y portavozas», alegando que así visibilizaba «a la mitad de la población». Añadió que el hecho de que esta palabra, portavoz, no tenga una acepción en femenino reconocida en la Real Academia Española denota que esta institución «tiene mucho que aprender (sic) y hacer por la igualdad». Irene Montero debe de pensar que los académicos (síiii, y las académicas también) no tienen ni el graduado escolar, y por eso tienen mucho que aprender. Sigue leyendo

No me salen las cuentas

De vez en cuando se nos acribilla con consejos de vida saludable, sea en publicaciones, en programas de televisión o en forma de amigo o cuñadoquetodolosabe.

Vamos a analizar estos consejos, sin pretender alzarme en gurú, basándome solo en lo que tantas veces he escuchado o leído.

Empiezo por lo placentero: dormir. Hay que dormir siete horas como mínimo. Si sumamos las no placenteras ocho horas que se supone que estamos trabajando (cuando no miramos el WhatsApp, YouTube o jugamos al Candy Crush, que hace que al final trabajemos seis), nos salen ya quince horas nada menos. Sigue leyendo

La (fea) costumbre de etiquetar

En septiembre mi hija pequeña empezará su etapa escolar en el segundo ciclo de educación infantil. Estuve el otro día en la jornada de puertas abiertas del colegio en donde estudia el mayor, y a la salida una de las madres se me acercó y me preguntó mi opinión, como madre de un niño escolarizado allí, sobre el nivel educativo del centro teniendo en cuenta la procedencia de la mayoría del alumnado.

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Le contesté que casi todos los alumnos son nacidos en Pamplona, para empezar (con independencia del país de origen de sus progenitores). Asentía ella, pero razonaba diciendo que muchos alumnos, al no ser nativos de castellano, podían ralentizar a los que sí lo son. Sigue leyendo