Portavoces y portavozas

Como no siempre puedo ver las noticias (aprovecho para sugerir a Clan TV y a Disney Channel que incorporen noticias en su programación, en una ventanita chiquitita en una esquina aunque sea), se me había pasado por alto esto de lo que todo el mundo habla desde el martes. Pero, gracias a que tengo amigas que me conocen muy bien, recojo la sugerencia de escribir sobre ello. Si los demás opinan, yo también, y más aún siendo filóloga de formación.

Al lío. Pues resulta que Irene Montero, portavoz de Podemos en el Congreso, soltó muy orgullosa ella esto de «portavoces y portavozas», alegando que así visibilizaba «a la mitad de la población». Añadió que el hecho de que esta palabra, portavoz, no tenga una acepción en femenino reconocida en la Real Academia Española denota que esta institución «tiene mucho que aprender (sic) y hacer por la igualdad». Irene Montero debe de pensar que los académicos (síiii, y las académicas también) no tienen ni el graduado escolar, y por eso tienen mucho que aprender. Seguía diciendo la señora Montero: «el tiempo que esté aquí no quiero que nadie me pueda acusar de no haber luchado por la igualdad de mujeres y hombres». Bravo, un aplauso, menos mal que está ella destrozando el idioma en beneficio de nosotras, las mujeres, porque todos nuestros males, todas las injusticias y atrocidades que se cometen contra nosotras en todos los ámbitos se van a resolver si decimos portavoza, clienta, estudianta, jueza, ministra y miembraMontero defiende su «portavozas»

Ay, las miembras. Qué bonito palabro (yo también cambio el género, qué pasa). La diputada del PSOE Adriana Lastra ha apoyado a su colega Montero acordándose del célebre invento de otra socialista, Bibiana Aído (¿o debería apellidarse Aída?). A este respecto, ya en su momento, el director de la RAE, Darío Villanueva, adujo que si «se llama miembros a los hombres y miembras a las mujeres, habrá que empezar a llamar miembros a los brazos y miembras a las piernas».

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Adriana Lastra, además, se puso filosófica y dijo que «lo que no se nombra no existe, es una de las máximas del feminismo». Adriana Lastra es nominalista y seguidora de Guillermo de Ockham (c. 1285-1349) y ni siquiera lo sabe (o sí). Según esta corriente filosófica, «los conceptos universales son realidades de carácter lingüístico, signos, nombres. No conocemos la rosa, lo que sea esencialmente la rosa, sino tan solo su nombre». También promulgaban los nominalistas el principio de economía: «no hay que multiplicar los entes sin necesidad, no hay que suponer más que lo estrictamente necesario para la explicación de cualquier realidad. Este principio será un eje desde el que toda ciencia trabaje en adelante. Las ideas de Okham están en la base de la modernidad y la ciencia de los siglos siguientes». Economía, he ahí la clave. Hasta el moño estoy de los todos y todas, niños y niñas, chicos y chicas, alumnos y alumnas, ciudadanos y ciudadanas. Si ya lo decían en el siglo XIV, ¡no hay que multiplicar los entes sin necesidad! 

El nombre de la rosa

(Cierro este inciso filosófico y pido perdón a los filósofos que estén leyendo esto, porque no tengo ni idea de esto y a lo mejor he dicho una barbaridad, pero lo saco a colación desde el humor, por supuesto).

Siguiendo con la máxima de Lastra, si lo que no se nombra no existe, entonces dejemos de hablar de hadas, duendes, dinosaurios, extraterrestres, gnomos, el monstruo del lago Ness, el yeti, los pitufos o los políticos honrados, porque si los nombramos estamos demostrando que existen, válgame Dios.

En fin, vuelvo al ámbito lingüístico. ‘Portavoz’ es una palabra compuesta por la raíz del verbo ‘portar’ y el sustantivo femenino singular ‘voz’. Caramba, si es que ‘voz’ ya es femenino. Estas personas (no digo estas mujeres por si se ofenden) que se preocupan tanto de la terminación de las palabras quizá no hayan caído en la cuenta de una cosa muy simple. No es necesario que una palabra termine en -a para ser de género femenino (inciso: las palabras tienen género. Las personas tenemos sexo. Cierro inciso). Porque ¿cómo se sentirán los varones periodistas, dentistas, paracaidistas, letristas, partidistas, activistas, ecologistas, antagonistas, protagonistas, trompetistas, violinistas, arpistas, pianistas, flautistas, artistas, saxofonistas, clarinetistas, marxistas, leninistas, estalinistas, madridistas, barcelonistas, sevillistas, beticistas, valencianistas, osasunistas, racinguistas, mayoristas, taxistas, taxidermistas, etc. ante este despropósito de adjetivos terminados en -a cuando ellos son hombres y no se ven representados porque no se puede decir estas palabras con la terminación -o? Ahí dejo la reflexión.

Ahora está muy de moda el lenguaje inclusivo (yo lo llamo también pseudofeminismo). Con estas patochadas, y perdón si ofendo a alguien pero es mi opinión y estoy en un país libre, no se hace ningún favor al auténtico feminismo. Al feminismo que lucha por la igualdad salarial, por la conciliación entre trabajo y vida familiar, por que las mujeres ocupen más puestos directivos, por que en las noticias se destaquen logros deportivos de mujeres (el equipo de gimnasia rítmica, Carolina Marín, Garbiñe Muguruza, las chicas de natación sincronizada, Lidia Valentín, Laia Sanz, etc.), y no su belleza física o con quién están saliendo. Por que nuestras hijas puedan vivir sin miedo de que nadie las domine #niunamas.

A este feminismo, yo me apunto. Al que se preocupa solamente de destrozar un idioma de siglos, lo quiero lejos, muy lejos.

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