Deshumanizados: #SinLatínYGriegoNoHayFuturo

Para saber de qué va esta entrada: Sentencia de muerte para Latín y Griego, por Jesús de la Villa Polo

El debate Ciencias o Letras viene de muy atrás. A los de Letras siempre nos han mirado por encima del hombro, minimizando nuestras salidas laborales, la dificultad de las materias (Humanibares era un recurrente juego de palabras) o dando por hecho que el que no valía para estudiar o era más «cortito» acababa yendo por Letras.

Cuando estudié el extinto BUP (bachillerato), Latín era materia obligatoria en segundo curso, con quince años. También lo era Matemáticas, con unos temas endiablados -funciones, números irracionales, trigonometría, cálculo de límites- que nunca jamás me han servido para nada, ni me servirán, en toda mi vida. Algunos argumentarán que saber las declinaciones tampoco les ha servido de nada en su vida. La diferencia, en cambio, estriba en que todos hablamos una lengua, el español o castellano, que no deja de ser un latín muy evolucionado. Conocer el latín, de entrada, es conocer más a fondo la propia lengua y otras lenguas romances -francés, italiano, gallego, catalán, portugués…

Según Wikipedia, «el léxico del español está constituido por alrededor de un 70 % de palabras derivadas del latín, un 10 % derivadas del griego, un 8 % del árabe, un 3 % del gótico, y un 9 % de palabras derivadas de distintas lenguas». Vemos que el 80 % de nuestro vocabulario viene de dos lenguas maliciosamente llamadas muertas. Dejando de lado el aspecto meramente lingüístico, nuestra sociedad y forma de vivir son consecuencia de aquellas civilizaciones grecolatinas antiguas, y conocerlas mediante materias como Cultura clásica, sumada al estudio de dichas lenguas, provee a los estudiantes de unos conocimientos y un bagaje cultural aplicables en terrenos varios como la historia, la arqueología, la paleontología, la archivística y documentación, la traducción e interpretación, el arte, la arquitectura, etc. 

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El estudio y traducción de textos en latín o griego ponen en marcha unos mecanismos del pensamiento que, sin ser yo pedagoga ni experta en la materia, resumiré aquí por mi mera experiencia de estudiante (aunque hayan pasado casi dos décadas). Para empezar, es indispensable la memoria. Latín y griego se declinan y tienen unas conjugaciones verbales muy complejas que, igual que las declinaciones, hay que saberse de memoria. Ante un texto, reconocer a un golpe de vista sustantivos y adjetivos que concuerdan en caso, género y número, es básico para ir agrupando la sintaxis y, por tanto, poder traducir correctamente. La sintaxis clásica no es sencilla, pero dominar sus bases clarifica muchísimo el funcionamiento de nuestra propia lengua y fomenta nuestra capacidad analítica. Un ejemplo: en español decimos «La casa de Pablo es grande», y «Estuve en la casa de Pablo». El sintagma casa de Pablo es invariable en español, pero su función cambia porque le añadimos, en este caso, una preposición de lugar en la segunda oración. En latín sería: Domus Pauli magna est (La casa de Pablo es grande); In domu Pauli fui (Estuve en la casa de Pablo); la función sintáctica nos la dicta el caso gramatical. Con el griego ocurre parecido, pero es más complejo porque también hay artículos (en latín, no), y el alfabeto es diferente (preciosas letras con las que nos mandábamos mensajes ocultos que los de ciencias no entendían, ja). En definitiva: memorizar, observar, agrupar, analizar, traducir. Pocas materias del bachillerato ordenan la mente y exprimen tantas capacidades como el estudio del latín y el griego, amén de los conocimientos lingüísticos y culturales que proporcionan. 

Como en estos tiempos nuestros solo parecen importar las ciencias, las nuevas tecnologías, la robótica, el progreso y el futuro con mayúsculas, todo lo antiguo, arcaico, muerto, rancio u obsoleto parece que no sirven para nada. Todo se mide en rentabilidad y en trabajos lucrativos, y nada interesa el pasado, al contrario, se denuesta. Ahí tienen a los derribaestatuas iconoclastas e ignorantes, que no saben la diferencia entre a ver / haber, o haya, halla, aya, o vaya / valla / baya.

Definición inversa (microrrelato)

Microrrelato presentado al XII Certamen Internacional de microrrelatos de San Fermín. Quise darle una vuelta a un término que citaban a menudo las autoridades sanitarias hablando de la pandemia de covid-19.

Enhorabuena a los diez finalistas. Otro año será.

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DEFINICIÓN INVERSA

Lanzar un ¡viva! a escasos centímetros de varias bocas sedientas; sentir que otras manos nos palmean las espaldas y que otros brazos nos agarran con cercana fraternidad.

Compartir un vaso que pierde el hielo por momentos; beber sin tapujos del mismo porrón.

Correr sin espacio a rebufo de un montón de mozos, sintiendo el aliento agitado de quienes se juegan la vida.

Posar la chiquillería sus labios en San Fermín engalanado con flores.

Acariciar el abanico de Josephamunda o tirar de la casaca de Napoleón.

Servirse con la mano de un plato hasta arriba de pinchos.

Esperar a que empiecen los fuegos poblando un césped abarrotado en el que no se distingue dónde acaba una cuadrilla y empieza otra.

Pasarse de unas manos a otras los platos de ajoarriero, pochas o magras con tomate, en el tendido, la peña o en casa de la cuñada.

Bailar en parejas o en grupo, haciendo la conga o el Chocolatero.

Llegar a la barra a fuerza de codazos, empuje y determinación, mezclando nuestro sudor con el de los demás.

Limpiarse las lágrimas después de una jota y no lavarse las manos.

Todo lo que no sea “etiqueta respiratoria” es San Fermín.

Todo ofende

La entrada que van a leer es un poco larga, pero se resume en la siguiente idea: vivimos tiempos en que la libertad se nombra y se encumbra como el bien supremo y, al mismo tiempo, se ve machacada cada dos por tres por nimiedades provocadas por quienes tienen la piel muy fina y se arrogan el poder de decidir qué está bien y qué no, cuales vigilantes morales prestos a señalar y vilipendiar a quien ose contravenir el pensamiento que ellos han dictaminado como el único, el real y moralmente válido. En pocas palabras: libertad sí, pero la que yo te diga.

Vayamos a lo concreto. Les voy a adelantar trabajo a los adalides de la nueva moralidad, que estoy viendo que son tantas las áreas que deben acometer, que no van a dar abasto: en lugar de decir «me pone negro cada vez que llega tarde y tengo que esperarle», hay que decir «mi aspecto físico se torna cambiante cada vez que llega tarde…». En lugar de decir «hija, se nota que has estado en la playa, qué negra estás«, hay que decir «hija, se nota que has estado en la playa, la melanina de tu epidermis está realmente potenciada».  No se puede afirmar «siempre lo ves todo negro, no seas pesimista», hay que decir «siempre tiendes a situar tus miras en el entorno de lo negativo, no seas pesimista». No diga usted «tengo la negra, no solo se retrasa el avión sino que me pierden la maleta»; diga «mi mala suerte experimenta una tendencia alcista, no solo se retrasa el avión sino que me pierden la maleta». Ya no cobrará nadie en negro: será dinero no declarado fiscalmente. Ah, y el tablero de ajedrez ya no albergará blancas y negras: mejor azules y naranjas, como en el Pasapalabra.

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Los Conguitos son racistas Conguitos responde a la polémica que acusa a la marca de racista. Los cosméticos que unifican el tono de la piel para aclararla son racistas L’Oréal retirará palabras como «blanco» y «claro» de sus productos

Ya todo el mundo a estas alturas sabe que HBO puso la diana en Lo que el viento se llevó, que está en su parrilla de programación, por las protestas sobre su contenido racista. Mucho se ha comentado ya al respecto. Los defensores de la moral racial y de la corrección política tienen trabajo a espuertas si pretenden revisar y censurar toda producción cinematográfica, pictórica, literaria, etc. hecha en y para occidente desde los tiempos prehistóricos hasta hoy. Porque sí, amigos, todos los males mundiales viven a este lado del planeta: el capitalismo, el patriarcado bla, bla, tienen la culpa de todo lo que nos pase.

Pero volvamos a lo concreto, que me voy por los cerros de Úbeda (y que no se enfaden los oriundos de otros hermosos lugares que también tienen cerros). Todo el mundo sabe, cambiando de asunto, que las voces humanas son distintivas de cada persona, que ninguna voz es igual a otra y que, por la voz, se puede saber el color de la piel, el país de origen, qué ha desayunado la persona dueña de esa voz y si vota por un partido u otro. Ah, que no. Que estas últimas cosas no están determinadas por  la voz, ¿dicen ustedes? No es lo que parece al leer cosas como esta: Los personajes de los Simpson serán doblados por actores de su misma raza. Me pregunto de dónde hay que ser para doblar a unos personajes que son casi todos amarillos… Quieren visibilizar la diversidad racial con medidas así y, a mi modesto entender, están acentuando las diferencias. Si estamos de acuerdo en que todos los seres humanos somos iguales y que no importa el color de la piel ni dónde hemos nacido, etcétera, no entiendo ese interés en que el actor que doble a un hindú tenga que ser de esa procedencia. Quizá se esté rechazando así, no lo sé, a magníficos actores que no dan el perfil porque, fíjate tú, han tenido la mala suerte de no haber nacido de un determinado vientre (como si eso se pudiese elegir, igual que poner en el currículum francés hablado y escrito nivel alto). Otro cuestión es cuando en las audiciones para una película hay un papel para un personaje, pongamos, de origen africano (porque es vital para el guion y para entender la historia), y los actores que no son de origen africano no se presentan para ese papel, por razones obvias. Y todo el mundo lo entiende. Pero me temo que ya no veremos pelis de mafiosos, de narcos mexicanos, sobre esclavitud, sobre la antigua Roma (pérfidos, con las atrocidades que hacían), sobre cualquier hecho histórico susceptible de escocer a esta gente de piel fina.

Y de una serie mítica a otra: La creadora de «Friends» pide perdón por la falta de diversidad racial en la serie. Resulta que Monica y Ross Geller son judíos, este último tuvo una novia asiática y otra negra (por iniciativa del actor que daba vida a Ross, según leí). Joey venía de una familia numerosa de orígenes italianos, el padre de Chandler era transexual. La exmujer de Ross es lesbiana y con pareja. Todos los estereotipos están tratados desde el respeto y en pro del humor. Para ser una serie de los noventa, yo creo que de diversidad estaba bien surtida. Cosas de casa (Family matters, en inglés) es de esa época y no hay un solo personaje blanco, caray, qué desfachatez. Como todo el mundo sabe, las series de ¡ficción! deben reflejar fielmente la realidad. Por eso los chicos de Friends son atractivos treintañeros sin demasiados problemas económicos, con piso en el centro de Manhattan, pasan el día tomando café en el Central Perk o piscolabis en el piso de Monica, o jugando al billar en casa de Joey y Chandler. La pura realidad, vamos. Igual que nuestras series: todo el mundo ha ido a un instituto igualito al de Al salir de clase o Compañeros. ¡Venga ya!

Basta ya de poner en tela de juicio lo que ha ocurrido en el pasado. Basta ya de censurar las obras y a sus autores, de buscar discriminación donde no la hay. Dejen de mirar con lupa lo que ocurrió hace siglos con la mentalidad actual, y no nos hagan pedir perdón por lo que hicieron antepasados y gobernantes que llevan siglos criando malvas.  Dejen de inmiscuirse, de agobiar, de estrujar las creaciones de otros; de retorcer el lenguaje y querer evitar que llamemos a las cosas por su nombre. Cultiven más el sentido del humor, la caricatura libre y sin miedo pero con respeto. Dejen tranquila la libertad que tanto nombran y tanto constriñen.