Una entrevista al cantante Dani Martín en su visita a El Hormiguero, a propósito de su últimos disco y gira, propicia la entrada que van a leer a continuación. Les dejo el enlace: https://www.antena3.com/programas/el-hormiguero/entrevista/entrevista-completa-dani-martin_20210429608b18d6e56957000125cb51.html
Gran parte del tiempo Dani Martín explica a Pablo Motos la historia que hay detrás de la canción Cómo me gustaría contarte, dedicada a su hermana Míriam, fallecida hace doce años https://www.youtube.com/watch?v=DgTSVNMBc3I. Dani ha escrito una letra hermosa y cotidiana, desde un dolor superado que aflora en forma de sonrisa, la sonrisa que suscitan los buenos recuerdos y que se nubla un poquillo por los ojos empañados. «Hay que vivir de los presentes», dice en un momento del programa. A él se le pegaban siempre las sábanas, y su hermana, que le acercaba al sitio al que tuviera que ir, le decía desde el rellano «a las 9 me piro». Esta frase aparece en la canción, como ejemplo de un pasado de días normales y corrientes en los que su hermana estaba. Al cantante le gustaría poder contar a su hermana cómo están sus padres, dónde viven ahora, cómo les va todo: «Cómo me gustaría robarte / del sitio al que te fuiste». Es una canción verdaderamente preciosa.
A veces vamos buscando llenar nuestras vidas de grandes experiencias: viajes increíbles, conciertos en primera fila, restaurantes con estrella Michelín o intensas tardes en parques de atracciones. Nos atrae lo que se sale de la rutina, de esa monotonía de jingle publicitario donde no tienen cabida las sorpresas; de esa peli Atrapado en el tiempo en que a veces convertimos nuestro día a día. Somos unos ciegos que no reparamos en los «presentes» de los que habla Dani Martín. Curioso que ‘presente’ sea el tiempo actual y también un regalo. Cuánto nos cuesta aprender eso: que la vida es un regalo.

No sé qué recordaré de la gente que quiero dentro de unos cuantos años cuando eche la vista atrás. Hoy, que aún no tengo canas -pero alguna quiere asomar ya-, hago el ejercicio de revivir «presentes», «pequeñerías«, de recordar otros «a las 9 me piro». Los despertares remolones un domingo cualquiera con el amor de mi vida, con nuestros niños trepando por la cama, dándonos besos y abrazos y los buenos días. Los bailes y las risas con mi hermana cantando como locas alguna de Bon Jovi o de los Backstreet Boys en el salón de casa de nuestros padres, o actuando como en los episodios de Friends. Los gritos de alegría con mis padres en cada gol cantado en las gradas de El Sadar. Mi abuelo revolviendo las brasas en el hogar de la casa del pueblo antes de poner la parrilla con la carne, o contando penurias de su juventud acabando siempre con la frase «qué sabréis lo que hemos pasado». Mi abuela en bata o delantal, sin los dientes puestos y recién levantada poniéndonos el desayuno a mi hermana y a mí cuando nos quedábamos a dormir en su casa. O la hermana de mi abuela y su particular manera de jugar a cartas, con el antebrazo apoyado en la mesa y silbando entre turno y turno.
Los «hija mía» y «princesa» de mis bisabuelas; los largos viajes a Málaga por carretera para ver a mi prima, quemando el radiocasete de la Renault Express, sin cinturones atrás y saliendo de Pamplona de madrugada. Las risas que nos echamos en uno de esos viajes en un bar de carretera, de donde salió para quedarse la frase «son de paso». La camarera nos atendió un poco «regulín» y le escuchamos decir a una compañera lo de «son de paso». Mi madre escondió en el bolso un cenicero de barro (que a saber dónde acabó con los años), y nos fuimos de allí muertos de risa para continuar el viaje. La frasecilla nos saca aún sonrisas a los cuatro, recuerdo de los años de nuestra niñez y adolescencia, ¿verdad, tata?
Aquella camarera dio en el clavo: éramos de paso, sí, meros transeúntes de camino al sur. Nunca hemos vuelto a ese bar; ella ya sabía que con clientes así no merecía la pena esmerarse en la atención. Con su actitud mi familia y yo nos llevamos una anécdota divertida, así que gracias, estés donde estés, no te lo reprochamos porque todos tenemos un mal día. En el viaje de la vida todos somos/estamos de paso, y de nosotros depende dejar huella.
Hay que vivir de los presentes,
que serán pasados
en un futuro.