Ya falta menos

Estamos a horas de entonar el Pobre de mí, ay. Hoy para las 10 de la mañana ya no había ni rastro de vallado del encierro. Los carpinteros de Puente la Reina corren más que los Victoriano del Río.

Estos Sanfermines se han hecho esperar tres años desde los últimos, y no sé si es por eso o porque me ha tocado trabajar varios días, pero el caso es que se me han pasado volando. San Fermín con niños y teniendo que madrugar se toma con otra tranquilidad, y más con cuatro décadas en los huesos: vamos cumpliendo años y el cuerpo lo nota, hay que dosificar. 

Aun así, hemos estado en el post-chupinazo echando un vermú y mojándonos bajo la lluvia, una mañana en los gigantes, un vistazo rápido a la procesión cuando llegaba el santo a misa de 12, una hora y media en las –carísimas- barracas (a mediodía y a pleno sol, cuando no hay gente ni colas), cuatro noches viendo los fuegos (nos queda la de hoy), un mediodía a la sombrica tomando un frito con mosto, un par de ratos de verbena prefuegos, tres cenas de bocata en la calle, un concierto para carrozas en Sarasate y un par de paseos por los puestos ambulantes de la Taconera (echando el freno a los hijos, que se comprarían de todo como si el dinero cayera del cielo).

El mejor día, el 9, que vinieron mis amigos de Zaragoza: siempre es un gusto estar con vosotros y las niñas. ¿Me he quedado con pena de algo? De estar con mi hermana y mi cuñado, que iban a venir el 10 pero el covibicho se cruzó en el camino de ella, y ese almuercico se quedó un poco cojo sin ellos, y el sorbete del Gazteluleku tuvimos que dejarlo para otro año. Y se me va otro San Fermín sin probar los churros de la Mañueta. ¡Asignatura pendiente! Hay otra cosa que tampoco he hecho en toda mi vida de PTV: coger sitio en la calle, en el recorrido del encierro. En la tele dijeron que la gente se aposta en el vallado para las 4 de la mañana. ¡Qué moral, con lo bien que se ve por la tele! Hace muchos años, tendría yo 16 o así, me invitó una compañera del colegio a un balcón en Estafeta donde está un club de jubilados donde su abuelo tenía opción de llevar a gente, o algo parecido, no recuerdo bien. Fue mi única vez presenciando el encierro en vivo: merece la pena, aunque es visto y no visto.

San Fermín, para los de aquí, es una sucesión de recuerdos en cada esquina: se pasean por la memoria anécdotas y vivencias de tantos Sanfermines vividos y disfrutados. Tengo la suerte de haber nacido en la ciudad con las mejores fiestas del mundo, y el honor de pasar el testigo a mis hijos, para que amen las tradiciones y defiendan unas fiestas muchas veces denostadas por motivos que nadie quiere que sucedan, ni aquí ni en ningún lugar del mundo. Si la gente ya fuera menos guarra y no dejara el suelo y todo como un estercolero, ¡otro gallico nos cantaría! El de San Cernin, por ejemplo, que lo tienen a buen recaudo porque está la torre en obras.

¡Ya falta menos!