Yo procrastino, ¿tú?

La Fundación del Español Urgente (Fundéu) elige al término de cada año la palabra del ídem. Este 2019 la agraciada -sin ser una palabra- ha sido ‘emoji’ Los ‘emojis’, elegidos como la palabra del año 2019 por la Fundéu BBVA

Yo no soy la Fundéu pero les voy a regalar no una palabra del año. Ni siquiera la palabra de la década -década que, por otra parte, aún no ha terminado, no se me pongan impacientes. Eso ocurrirá dentro de poco más de un año. ¿Cuándo acaba realmente esta década? No, yo voy más allá. Les voy a dar gratis LA PALABRA DE LA VIDA. Con mayúsculas, y esa no es otra que un latinajo cuyo significado es ‘diferir, aplazar’: procrastinar (del latín procrastinare).

No sé ustedes, pero yo me pego la existencia procrastinando. En Pamplona, además, somos expertos en la materia en dos momentos del año: los días previos a San Fermín y los previos a Nochevieja. Tenemos al 6 de julio acechando con sus txistus y tamboriles, nos probamos la ropa blanca del año anterior, y ¡oh, sorpresa! ¡No entro! Estos duendes del armario que me encogen la ropa… ¡malandrines! Corriendo a la tienda más cercana, a ver qué queda. Pillaremos un par de pantalones de urgencia y tira millas.

Hoy, 31 de diciembre, cientos de jóvenes y no tan jóvenes improvisan en Pamplona a pocas horas de las campanadas un disfraz apañadico para salir a la calle a darlo todo después de las uvas. Los hay aplicados que, mes y medio antes, quedan con la cuadrilla, consensuan de qué van a disfrazarse en fin de año, compran el material, recortan, cosen, ultiman, detallan. Y son los reyes de la noche, los que saldrán en la galería de fotos del periódico el 2 de enero (porque el 1 no hay prensa), los que suscitarán sonrisas, aplausos y exclamaciones de admiración por las calles del casco viejo pamplonés.

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Están los que, dos días antes, se lanzan a la compra acelerada de cualquier accesorio que dé a entender que hay ahí un atisbo de disfraz. Siempre queda el recurso de reciclar el disfraz del año anterior o el de Halloween si se celebró tal importado festejo. Quienes estén atónitos pensando si en Pamplona celebramos el carnaval dos veces al año, deben saber que desde hace bastantes años es tradición salir disfrazado a llenar los bares y vaciar los cubatas. Tarea harto complicada cuando queremos lograr la ideal combinación de: disfraz original, disfraz cómodo de llevar y disfraz abrigado. No sé cuándo nos dio aquí por adelantar el carnaval al 1 de enero. Lo qué sí sé es que, cuando yo empezaba a salir con las amigas después de las campanadas, ya todo el mundo se disfrazaba. Y de eso hace más de veinte años, así que es muy probable que la cosa comenzara mucho antes. Un cotilleo: fue en el año nuevo 2003 cuando conocí al que hoy es mi marido. Nuestros disfraces eran una bazofia, pero aquí seguimos, oigan.

De cotillón, de cena de gala, en bata y zapatillas, trabajando en urgencias o en hostelería, o disfrazados de sudoku, capitán Garfio, monja, gigante Josemiguelerico, Caravinagre, Pablo Iglesias o Peppa Pig, tengan todos una feliz entrada en el año 2020.

Gracias por haber estado ahí este año leyendo este humilde blog. Espero que sigan haciéndolo el año que viene, prometo intentar no defraudar.

¿No tendrás una compresa?

A lo mejor es porque en estos momentos yo misma estoy en «código rojo», pero el caso es que he recordado algo que leí por ahí sobre que en una tienda de Japón han colocado a las empleadas unos distintivos que indican si se encuentran o no con el periodo. Polémica en una tienda de Japón por el uso de distintivos para identificar a las empleadas que tienen la regla

Al parecer el fin de esta práctica es fomentar la solidaridad entre compañeros para que las mujeres en tal situación reciban más ayuda o disfruten de descansos más frecuentes. La polémica está servida, y más en un país en el que la regla es tabú (en el nuestro, de otra manera, también lo es), ya que en Japón «se tiene la creencia de que la menstruación interfiere en el sentido del gusto, por lo tanto, las mujeres no tienen capacidad de hacer trabajos dentro de la cocina y tienen que ceder espacios a los hombres. La práctica totalidad de los chefs de sushi, de hecho, lo son. Así, el chef Yoshikazu Ono dijo en una entrevista al The Wall Street Journal, el año 2011, que «ser profesional significa tener un gusto constante pero debido al ciclo menstrual, las mujeres tienen un desequilibrio en su gusto, y por eso las mujeres no pueden ser chefs de sushi». Sin embargo, este hecho estaría cambiando y cada vez hay más mujeres en las cocinas de muchos restaurantes del país. (Fuente: Los tabúes de la regla).

Caray con los nipones. La polémica en Japón por la prohibición a las mujeres de usar anteojos en el trabajo No solamente estipulan como norma de vestimenta femenina el uso obligatorio de tacones, en especial en el terreno laboral, o prohíben el uso de gafas en el trabajo porque dan una imagen de frialdad, sino que además nos marcan a las mujeres de tan evidente forma para que todo el mundo sepa que estamos sangrando entre las piernas. Y aún creen que nos hacen un favor porque, pobrecitas, necesitamos descansar más o no podemos coger pesos. Bonito favor que nos hacen para lograr la igualdad. En otros lugares del mundo, hay todo tipo de tabúes y estigmas sobre la regla: mujeres obligadas a abandonar el hogar en los días del periodo por estar impuras, prohibición de tomar lácteos porque se cortan, prohibición de estar cerca de animales y cosechas porque se malogran, o mujeres que no se duchan porque eso les puede provocar infertilidad. El tema da para libros enteros, que ya se han escrito, por otra parte.

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Mi abuela, nacida en 1931, me contaba que su primera regla le pilló durmiendo fuera de casa, con una pariente, y al descubrir que estaba sangrando despertó a la mujer a grito pelado diciendo que se estaba muriendo. También decía que la mujer que estaba menstruando no podía elaborar mayonesa porque se cortaba, y tampoco podía ducharse ni bañarse. Prejuicios así los habrá a patadas, solo hay que hablar con nuestras mayores.

Parece que hoy ya estamos avanzando en esto, aún incluso en nuestro país, tan occidental y avanzado si lo comparamos con Nepal o la India. Pero aún tenemos que ver anuncios de compresas donde la «sangre» es azul y las mujeres están activas, sexis y optimistas aun estando con la regla (nada más lejos de la realidad). De acuerdo, el propósito del anuncio es vender, y no lo logrará si refleja lo que a la mayoría nos pasa: nos sentimos hinchadas y doloridas, a ratos abatidas, dormimos peor, estamos irritables y sensibles. El chocolate nos llama a voces para que nos atiborremos de él. Demandamos abrazos y sofá-manta-peli. Habrá quienes no sientan nada de esto, es verdad. Porque, como en casi todo el universo femenino, igual que no hay dos embarazos iguales ni dos pechos iguales, tampoco hay dos maneras de sentir o vivir la regla iguales.

Que se lo digan a quienes padecen endometriosis, esa enfermedad invisible que provoca unos dolores incapacitantes y que tan difícil es de diagnosticar porque se nos puede tachar de quejicas y porque el dolor no es mensurable. Ya se le está dando más visibilidad a esta enfermedad exclusivamente femenina que a veces debe ser tratada con hormonas o quirúrgicamente.

Nosotras debemos normalizar la menstruación. Acabemos con eso de prestarnos un tampón como si pasáramos droga. Hablemos a nuestros hijos (ellos y ellas) de la regla, de su función, su ciclo, también sus inconvenientes. En el trabajo no hace falta que lo llevemos escrito en la cara, pero si no nos sentimos bien podemos decirlo con naturalidad. Es lo más normal del mundo. Lo que no es normal es que se nos cobren los productos higiénicos femeninos con impuesto de caviar. O que la regla tenga la inquietante capacidad de aparecer cuando peor nos viene. ¿A que sí?