Que no pare la música

PLAY. La música es esencial en nuestras vidas, nos acompaña día a día y es inherente al ser humano y una de sus máximas expresiones artísticas y sensitivas. Incluso el reggaetón. En esta vida hay que escuchar de todo, amigos, unas veces por gusto y otras por obligación. Mis hijos han pasado, con mayor o menor intensidad o fervor, por las mismas etapas evolutivo-musicales de: Cantajuegos a todas horas (ya saben: Soy una taza, una tetera; El cocodrilo se metió en la cueva; Chu-chu-wá, chu-chu-wá, etc); Miliki versión 3.0 (La gallina Turuleca, Don Pepito y don José, Había una vez un circo…); Todas Las Bandas Sonoras De Las Películas Disney Habidasyporhaber (El rey león, Frozen, VaianaMoana para quienes me leen de fuera de España-, alguna que no es de Disney como Trolls, etc). Todas estas melodías infantiles son, en general, muy buenas opciones para tener a los monstruitos entretenidos en el coche. No soy partidaria de llevar tabletas o pantallas para viajar tranquilos con las fieras, así que enchufo el USB repleto de música, y listo.

boy wearing black jacket holding electric guitar

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¿Qué ocurre? Que acabamos escuchando hasta la saciedad («en bucle», como dicen ahora los millennials) toda la retahíla, los críos se aprenden las letras y las melodías, comemos y cenamos suéltaloooo (gracias, reina Elsa de Arendelle), y sin darnos cuenta podríamos subir a un karaoke a cantar Hakuna Matata sin mirar a la pantalla.

Pero de repente, un día, una conjunción de astros tiene lugar y el monstruito mayor me pide que le ponga Waka-waka de Shakira porque su compañero de clase la canta a todas horas. O me pide Despacito de Luis Fonsi porque en clase de plástica a veces la profe les pone música y le ha gustado esa canción. Y mi niño, que tiene muy buen oído y se aprende muy rápido las letras de las canciones, empieza a cantar «canciones de la radio», como dice él. Comienza a interesarse por temas, intérpretes y estilos, y contagia a su hermana que, como es más pequeña, copia en todo a su idolatrado tato mayor. Y a día de hoy tengo a estos dos coreando:

Pa fuera lo malo, no, no, no / Pasito a pasito, suave, suavecito / No eres tú, no eres tú, soy yo / y aunque me lo pidas ya no te doy ni la hora, uh-na-na, uh-na-na

Es un salto evolutivo considerable, y lo mejor es que todavía tengo el poder pleno para elegir qué canciones les dejo o no les dejo escuchar (y aprender, que es peor). Porque no todo lo que se oye en el dial es apto para menores, ¿verdad, Maluma? De momento estoy urdiendo un maquiavélico plan musical. Estamos en verano y el cuerpo pide ritmos pegadizos y letras facilonas, no vamos a discutir eso. Pero mis peques ya han entrado por el aro de la música comercial «no infantil», y estoy a un paso de meterles en vena la música que, además de gustarme, es mito e historia de la cultura popular. Ya contaré por aquí, dentro de no mucho -espero-, qué reacciones han tenido ante los cuatro de Liverpool, su majestad Queen, el increíble Michael Jackson o las bandas de rock más legendarias. De momento, en píldoras, a veces sintonizo Rock FM y suspiro aliviada si escuchan la canción que esté sonando sin pedir a gritos que les ponga otra cosa.

No puedo terminar esta entrada sin agradecer a mis padres su paciencia infinita con mi hermana y conmigo por escuchar tantas y tantas veces las canciones de Parchís y aguantarnos a nosotras cantando -o algo parecido. Y animo a todo aquel que tenga niños cerca, sean o no hijos suyos, a que intervengan en su educación musical. Y que viva la música. Y que no reduzcan las horas de música en las escuelas, por favor. Y que pongan música en directo en la tele, que no hay nada más vergonzoso que el play-back. Gracias. Eso. STOP.

Aitana, Ana Guerra – Lo malo

Luis Fonsi – Despacito

Luis Fonsi, Demi Lovato – Échame la culpa

Ana Guerra, Juan Magán – Ni la hora