Sé que me lee, de hecho se suscribió muy pronto al blog, y un día me dijo que leyéndome se le hacía más corto el trayecto del trabajo a casa. Hoy es su cumpleaños, y estará en su casa de Barcelona con su marido y sus dos niños, «teletrabajando» para sus alumnos universitarios. Sirva esta pequeña entrada para desearle un feliz cumpleaños, aunque no se librará de mi llamada telefónica.
Nos conocemos desde niñas: nacimos el mismo año, fuimos al mismo colegio, al mismo instituto y a la misma universidad. Pero ella tiró por ciencias, y yo no. Compartimos profesora particular de inglés para sacarnos el First Certificate, allá en un piso frente al hotel Tres Reyes. Nos veo a las dos también en su casa de la Rochapea recibiendo alguna clase de matemáticas -gratis, encima- de su padre, que fue profesor de FP y hoy está jubilado. Nos veo también en la Renault de mi padre, montadas en la parte de atrás junto con otras tres o cuatro amigas (cuando no era obligatorio el cinturón de seguridad) yendo al Sadar en unos años muy malos para el club rojillo. Estuvimos en el mismo grupo de amigas del colegio hasta que la vida nos fue separando y cada una tiró por caminos distintos y frecuentó nuevas amistades. Pero los años no han dejado que perdamos el contacto.

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Desde hace unos cuantos ya, cuando viene a visitar a su familia a Pamplona, me llama y quedamos un rato con los niños. Suelen ser un par de veces al año: en verano y en Navidad. Pero siempre me avisa, y encontramos un hueco que nos vaya bien. Valoro mucho su amistad; desde niñas siempre nos entendimos: ambas estudiosas, tímidas, poco amigas de llamar la atención. Es una luchadora y la admiro mucho.
Terminó la carrera y se embarcó en un doctorado. Después se marchó a Barcelona a trabajar, y lleva años en la docencia universitaria. Sin tener a su familia cerca, está criando a dos hijos. La vida le ha puesto unas cuantas pruebas en esta carrera de fondo, y las está salvando con creces.
Estas semanas de confinamiento quizá estén influyendo para que nos demos cuenta de lo importantes que son las personas que pueblan nuestras vidas. No solemos expresar lo que sentimos por los demás, hasta que quizá es demasiado tarde. No he querido dejar pasar la ocasión de felicitarte en tu cumpleaños, un día extraño para cualquiera que cumpla años metido en casa, sin que esta se encuentre llena de invitados. Tienes suerte, y yo también, de pasar este día -y todos los que haya que pasar- con las tres personas más importantes de tu vida. Comeos a besos, recibe estoicamente los tirones de orejas de los peques, y sopla las velas para que se cumplan todos tus deseos.
El año que viene, mejor. Seguro.