La víspera del Día de la Hispanidad tuvo lugar en Pamplona un encuentro de fútbol amistoso entre las selecciones femeninas de España y EEUU. El Sadar acogió el partido, que era de pago a 5 euros la entrada (y retransmitido por Teledeporte), a las 20:35 horas de un martes víspera de festivo. Fuimos 11.209 personas, cifra que bate hasta ahora todos los récords de asistencia a un partido de la selección femenina de fútbol como equipo local. Por dar una referencia, el último encuentro de Osasuna en El Sadar congregó a 20.260 espectadores.
El evento fue posible gracias a la colaboración entre Gobierno de Navarra, Ayuntamiento de Pamplona y la Federación Navarra de Fútbol, aunque he de decir que no se le dio mucha publicidad. A pesar de ello, la entrada registrada es para estar contentos: el fútbol femenino parece que sigue arrastrando gente a los estadios, claro está que los precios populares también contribuyen a ello.
Había mucha gente joven en las gradas, y el ambiente fue de animación y respeto en todo momento. Los únicos insultos fueron los proferidos antes del partido por ciertos seres mononeuronales que se juntaron en el exterior del campo que creen de su propiedad a gritar “españoles, hijos de p***”. Días antes, estos mismos energúmenos o amigos suyos pintarrajearon su querido Sadar con el precioso mensaje de “p*** España, p*** selección”. Por supuesto, sacaron además su preceptivo comunicado de repulsa, infumable de principio a fin.
Llevo 32 años yendo a El Sadar como seguidora y socia rojilla, y en todo este tiempo nunca (¡nunca!) hasta este martes 11 de octubre había visto banderas de España poblando las gradas, con la excepción de cuando viene afición visitante, y no siempre. Nadie insultó a nadie, y antes de que alguien diga que a ver a España solo van votantes de derecha, ultraderecha y cayetanos varios, allí estábamos gente de todo pelo, ¡hasta había gente con camisetas de Osasuna! Varios conocidos míos fueron también, y puedo asegurar que ni ellos ni yo respondemos a esa clasificación que muchos dan por sentada.

El Sadar, y especialmente en un sector de la grada, se llena todos los partidos de ikurriñas. Se ve también alguna bandera de Marruecos (por Abde) o de Argentina (por Chimy Ávila), y no hace mucho de Ecuador, por ejemplo (por Estupiñán). Nunca he llevado ninguna bandera al fútbol, solo mi bufanda de Osasuna, pero cuando veo estas y otras banderas no me hierve la sangre ni me entran ganas de insultar a nadie. Se llama respeto. Eso de lo que carecen muchos, que partido tras partido se ganan a pulso multas económicas que, por supuesto, paga el club, porque han insultado a grito pelao al equipo rival, a España, a UPN, a Javier Tebas o a la santa madre del árbitro.
El odio no es innato, se aprende: lo tengo clarísimo. Te lo pueden inculcar en casa, en el aula o en el grupo de “amigos”. A veces se odia por inercia, por no ser separado del rebaño. Gritas puta España y luego te vas de vacaciones al Puerto de Santa María y te partes el culo porque qué graciosos son los gaditanos, pisha. Los que intentamos respetar a quien no opina como nosotros deberíamos empezar por afear ciertas conductas. Afortunadamente, hace tiempo que se oyen pitidos reprobatorios cuando estos amantes de la tolerancia sacan su lengua a pasear. Que luego animan como nadie, eso no lo discuto. Pero curiosamente aplauden a rabiar el día que la Liga dedica una jornada a reivindicar que no haya racismo en el deporte. Una vez más, el refranero es implacable: consejos vendo y para mí no tengo.
Ah, España ganó 2-0 y jugando muy bien, por cierto. Bravas. Y añado: el pabellón Navarra Arena ya ha acogido partidos de la selección de baloncesto, con gran afluencia de público. Espero que los combinados nacionales de cualquier deporte sigan viniendo a Navarra. Pese a quien le pese.