Carta a Donald Trump

Desalmado señor Trump:

En primer lugar, disculpe que me dirija a usted en castellano o español. Podría escribir en inglés, pero no me da la real gana, porque los protagonistas de esta historia hablan mi lengua materna, y usted los desprecia sin miramientos. Así que, si quiere entender estas palabras, búsquese un traductor y páguele bien, que dinero le sobra.

Quizá a usted le queda un poco lejos en el tiempo el sentimiento de abrazar a sus hijos pequeños, o quizá me equivoco, pues el más joven de su prole aún tiene doce años. Sus otros cuatro hijos están ya creciditos y maduros, y algunos de ellos le han dado nietos. ¿Ocho tiene usted, verdad? Lo he mirado en Wikipedia.

Debe de existir en el ecosistema algún bicho o súper bacteria que transforma a las personas que entran en la política, que las vuelve de acero, inconmovibles, y las hace sentirse por encima del bien y del mal. ¿O usted es así desde pequeñito? Ah, que no sabe de qué le estoy hablando, perdone si divago. Permítame que le pida un esfuerzo: retroceda mentalmente a aquella época en que le llamaban daddy, la época de los besos apretujados, los cuentos nocturnos a los pies de la cama, los juegos al aire libre en algún sitio al estilo Central Park. Si no consigue rememorar nada de esto porque de sus hijos se ocuparon sus señoras madres en colaboración con las nannies (o viceversa: se ocuparon las nannies en colaboración con las madres de sus hijos), créame que no le miento si le digo que le compadezco, porque se ha perdido lo mejor de la vida. Sea como sea, usted tendrá la capacidad de imaginarse lo que se quiere a un hijo, digo yo. Escuche, aunque sea por una vez, a su mujer Melania. Ella no está de acuerdo con su política migratoria, al igual que otros colegas suyos del politiqueo. ¿Le suenan de algo los derechos humanos?

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¡A jugaaar! -Joaquín Prat dixit

Desde pequeñita me ha gustado bastante ver la televisión, en aquellos televisores con culo, con carta de ajuste, cadena uno y cadena dos (la UHF), y hoy en estas maravillas planas full HD de nosecuantitas pulgadas. Unos de mis espacios televisivos favoritos son, desde entonces y hasta hoy, los concursos de la tele. Hay muchos tipos de concursos: actualmente se pueden establecer dos grandes bloques: los concursos de preguntas o conocimientos y los llamados de telerrealidad –reality shows-, en los que se incluyen los talent shows. A mis treinta y tantos los he visto de los dos tipos, aunque no todos, obviamente -gracias a Dios, no me paso el día sentada delante del televisor-, y si tuviera que elegir uno de los dos bloques como forma de entretenimiento, me quedaría con los de preguntas. De los que hoy pueblan la parrilla destacan Saber y Ganar (el más veterano de la televisión en España, cuyas emisiones empezaron en febrero de 1997), Pasapalabra (que comenzó en el año 2000 en Antena 3 y recaló siete años más tarde en Tele 5, que continúa con su emisión), Ahora caigo, de unos siete años de antigüedad, y Boom!, que empezó a emitirse en septiembre de 2014.

Los concursos más vistos de la historia de la televisión en España

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Life in plastic is (not) fantastic

I’m a Barbie girl in a Barbie world. Life in plastic is fantastic (Aqua, 1997) Barbie girl

El pasado 5 de junio, como cada año, fue el Día Mundial del Medio Ambiente, y esta vez, habiendo visto un poco los informativos y las redes sociales, queda claro que el tema estrella ha sido la proliferación del plástico y cómo este se está cargando los océanos. Dicen que para el año 2050 habrá más plástico que peces en las aguas planetarias, así que ya podemos parar esto o tendremos que dejar de comer pescado en menos que canta un gallo (un gallo terrestre, porque el que tiene branquias más nos vale saborearlo mientras podamos).

Todos podemos empezar a hacer examen de conciencia desde nuestra condición de ciudadanos del mundo, de una región, de un pueblo. Hay quien ya se puso manos a la obra y renunció al plástico en su vida diaria Esta pareja te demuestra que…

Quizá deshacernos de todo el plástico que rodea nuestra vida sea muy radical a bote pronto; reconozco que a mí me costaría bastante. Pero hay pequeños gestos que no cuestan tanto. Para empezar, y esto es primordial, hay que separar la basura, un acto que a muchísima gente le da una pereza descomunal, y es tan sencillo como disponer de varias papeleras o cubos y ser un poquito organizado. En mi casa separamos la materia orgánica, el papel y el cartón, el vidrio, los envases, las pilas, las cosas que van al punto limpio, la ropa usada y el aceite usado. Recientemente compré un par de botellas reutilizables, de plástico sin bisfenol A, para poder olvidarme del agua embotellada, ya que cada vez que salía al parque con mis hijos, o había una excursión, o simplemente quería ponerle agua al crío para la hora del almuerzo en el colegio, optaba por la sempiterna botellita de plástico. Aprovechemos que el agua del grifo de esta ciudad en la que vivo es un agua estupenda, y con ella podemos rellenar una botella que no acabará en el cubo de la basura.

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