Life in plastic is (not) fantastic

I’m a Barbie girl in a Barbie world. Life in plastic is fantastic (Aqua, 1997) Barbie girl

El pasado 5 de junio, como cada año, fue el Día Mundial del Medio Ambiente, y esta vez, habiendo visto un poco los informativos y las redes sociales, queda claro que el tema estrella ha sido la proliferación del plástico y cómo este se está cargando los océanos. Dicen que para el año 2050 habrá más plástico que peces en las aguas planetarias, así que ya podemos parar esto o tendremos que dejar de comer pescado en menos que canta un gallo (un gallo terrestre, porque el que tiene branquias más nos vale saborearlo mientras podamos).

Todos podemos empezar a hacer examen de conciencia desde nuestra condición de ciudadanos del mundo, de una región, de un pueblo. Hay quien ya se puso manos a la obra y renunció al plástico en su vida diaria Esta pareja te demuestra que…

Quizá deshacernos de todo el plástico que rodea nuestra vida sea muy radical a bote pronto; reconozco que a mí me costaría bastante. Pero hay pequeños gestos que no cuestan tanto. Para empezar, y esto es primordial, hay que separar la basura, un acto que a muchísima gente le da una pereza descomunal, y es tan sencillo como disponer de varias papeleras o cubos y ser un poquito organizado. En mi casa separamos la materia orgánica, el papel y el cartón, el vidrio, los envases, las pilas, las cosas que van al punto limpio, la ropa usada y el aceite usado. Recientemente compré un par de botellas reutilizables, de plástico sin bisfenol A, para poder olvidarme del agua embotellada, ya que cada vez que salía al parque con mis hijos, o había una excursión, o simplemente quería ponerle agua al crío para la hora del almuerzo en el colegio, optaba por la sempiterna botellita de plástico. Aprovechemos que el agua del grifo de esta ciudad en la que vivo es un agua estupenda, y con ella podemos rellenar una botella que no acabará en el cubo de la basura.

Luego está lo de las bolsas. Este año dejaban de ser gratuitas las bolsas que dan en los comercios, pero este «impuesto plástico» no veo que esté haciendo mella en los hábitos de los consumidores, pues mucha gente aún no utiliza bolsas de rafia o de tela cuando va a la compra, y acaba pagando para obtener sus bolsas de plástico. Pero ¿qué pasa con las bolsas para comprar a granel? Me refiero a esas de un plástico más fino que se pueden coger sin tapujos en la zona de la fruta y la verdura de muchos supermercados. Sírvase usted mismo, pero enfúndese antes un guante también de plástico -para no contaminar una fruta que va a acabar lavando y pelando antes de comerla. Además hay fruta en bandejas de porexpan recubiertas de film, la misma fruta que se puede coger también a peso. Esta forma de vender y de comprar no responde más que a intereses mercantiles. Toda esa comida nos entra por los ojos, no hay intermediarios para obtenerla. Solo tenemos que agarrar nuestra bolsa y llenarla de manzanas, agarrar otra bolsa y llenarla de patatas, agarrar otra bolsa y llenarla de plátanos, agarrar otra y llenarla de peras, y así hasta el infinito. Al supermercado en cuestión no le sale a cuenta tener personal tras un mostrador sirviendo esa misma fruta, generando colas innecesarias y, sobre todo, haciendo que el cliente se ajuste a un peso o una cantidad determinada. No es lo mismo pedir en un mostrador un kilo de patatas que echar uno mismo en una bolsa más patatas seguramente de las que a priori necesitamos.

assorted plastic bottles

Photo by mali maeder on Pexels.com

Y lo mismo pasa con la carne. Bandejas y más bandejas de plástico con alitas de pollo, lomo de cerdo, costillas de cordero o filetes de ternera. Apenas hay supermercados con mostrador de carnicería atendido; todo está al alcance para nuestra comodidad, podemos elegir el corte de carne que más nos guste, pero la cantidad viene determinada por el supermercado, y muy probablemente estamos pagando un sobrecoste del producto por el envasado. ¿Y qué me dicen de las bolsas de madalenas que llevan cada madalena envuelta en su bolsita individual? Pues el colmo.

De momento voy a intentar huir de los productos con exceso de empaquetado. Las bolsas de la fruta que tengo guardadas en casa -sí, porque las guardo, no me sale tirarlas a la basura-, las voy a empezar a llevar en el bolso cuando vaya a la compra. Y en lugar de coger bolsas del «sírvase usted mismo», utilizaré las que llevo conmigo, cuya única diferencia con las del dispensador será que estarán un poquito más arrugadas. A ver si hago también propósito de enmienda y frecuento más a menudo carnicerías de toda la vida. Y seguiré estrujándome el coco para dar con más hábitos que debo -debemos- cambiar. Nos va la vida en ello, la nuestra y la del planeta.

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