Algún que otro alcalde ya está peleando con sus colegas sobre quién lo tiene más grande. El árbol, se entiende: el de Navidad. Más alto, más frondoso, con más luces. En Vigo saben de eso. Melania ha recibido ya el que va a decorar la Casa Blanca, y se ha ido luego al vestidor a elegir modelo para la foto navideña oficial.
Ya estamos todos empezando a comprar cosas que no necesitamos. A llenar el congelador de comida que engulliremos para, inmediatamente después, arrepentirnos de haber ingerido porque nos echará al cuerpo unos kilos de más. Ya hemos empezado a adquirir décimos de lotería a la que no jugamos jamás el resto de los días del año. En nada mantendremos conversaciones de cortesía en persona, por teléfono, por correo, WhatsApp o Facebook con gente a la que el resto de los días del año no hacemos casi ni recordar.
Los pasillos de los supermercados ya se encuentran atiborrados de cajas de turrón y mazapanes. Luces de mil colores pueblan escaparates, calles y tiendas. Y falta un mes aún, pero nunca es demasiado pronto para que nos recuerden con un sinfín de señales que debemos empezar ya a gastar indiscriminadamente, a tirar de tarjeta de crédito, a poner el árbol, a asaltar jugueterías, perfumerías o, en el mejor de los casos, librerías.
Los restaurantes ya se están frotando las manos con las comidas de empresa y las cenas de cuadrillas. Las salas de fiestas publicitan sus packs de cena y cotillón, y en Pamplona alguno está ya confeccionando su disfraz para fin de año, o al menos pensando de qué personaje u objeto va a disfrazarse.
En las casas en las que somos afortunados de tener niños pequeños, nos quedan ellos. Son la alegría de estas fechas, porque las viven con ilusión, con mirada inocente y el relajo de saberse de vacaciones. Los mayores que estamos a su alrededor deberíamos desprendernos de todo lo demás, y dar gracias porque, de la pasada Navidad a esta, ninguna silla se va a quedar vacía. Ese es el mejor de los regalos: sentarnos con quienes todos los días del año nos demuestran su amor, mirarles a los ojos y decirles «gracias por estar siempre a mi lado, por regalarme tu amistad. Perdona si en algo te ofendí, y aquí me tienes para cualquier cosa».
Felices 28 días previos a Navidad. Y feliz Navidad.