Bye, bye, baby boom

Las mujeres vivimos permanentemente cuestionadas. A partir de cierta edad, comienza el tercer grado: ¿No tienes novio? ¿Y cuándo os casáis? ¿Para cuándo el bebé? ¿No vas a hacer abuelos a tus padres? ¿Cuándo le vas a dar un hermanito a X.? ¿Vas a dejar de trabajar? ¿Cuándo vuelves a trabajar? Y así sucesivamente.

En lo que concierne a tener o no descendencia, me gustaría dar voz desde aquí a varias de mis amigas. La decisión de tener hijos compete, en primer lugar, a las mujeres, por el sencillo e incontestable hecho de que es nuestro cuerpo el que va a soportar un tobogán de cambios físicos, hormonales y emocionales y el que va a pasar por el parto y el puerperio, y solo por estos motivos las mujeres somos las primeras en decidir, apoyadas en todo momento por nuestra pareja y nuestra familia.

Si una mujer en edad fértil, con pareja estable y medios económicos responde que no quiere tener hijos ante la insistencia de familiares y conocidos, siempre soportará la incredulidad de sus interlocutores, y quizá la susceptibilidad: en estos casos, se tiende a pensar que ella no puede tener hijos. Ella o su pareja, claro, aunque por alguna razón se suela señalar a la hembra como la que «no puede» tener hijos, sin tener en cuenta que a lo mejor «no quiere» tener hijos, y no deja de ser una mujer completa, realizada, satisfecha con su vida y, por encima de todo, feliz.

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Cabe la otra posibilidad, y entonces no puedo imaginarme lo doloroso que resultará para estas parejas que les pregunten año tras año cuándo se van a animar a ser papás. Una amiga mía y su marido están ahora esperando su primer hijo, concebido por fecundación in vitro tras superar muchos obstáculos y, según me cuenta ella, soportar habladurías y comentarios de mal gusto, como la sugerencia de relajarse para lograr concebir, pues todo se reduce, parece ser, a estar tranquila y no preocuparse tanto, como si para conseguir un embarazo bastase con asistir a clases de yoga.

Dicho esto, me adentro en terreno pantanoso: desde hace un tiempo se viene oyendo hablar del movimiento antinatalista. Para ahondar en el tema, dejo aquí el siguiente enlace:

Antinatalistas: el movimiento que…

Básicamente, este movimiento considera que tener hijos es un acto egoísta que responde a los intereses de los progenitores. Al vivir, sufrimos, así que, si no existimos, no sufrimos. El mundo está superpoblado y nos estamos cargando el planeta, y no es razonable traer más seres humanos al mundo. Los antinatalistas abogan por la extinción de la raza humana, y muchos de ellos se esterilizan. Reconozco que me cuesta muchísimo empatizar con ellos, pues me considero una persona positiva y tengo fe en la humanidad a pesar de toda la mierda, con perdón, que inunda este planeta. Por otro lado, no me convence el argumento de que la vida es sufrimiento y no merece la pena crear nuevas vidas para acabar sufriendo irrevocablemente. Si tal es así, si es imposible para ti apreciar un instante de felicidad o saborear un pequeño goce porque piensas que vivir es sufrir, quítate tú de en medio, ¿no? O a lo mejor es que el suicidio no forma parte de su filosofía. Por supuesto que el mundo actual apesta, solo hay que ver las noticias y mirar un poco a nuestro alrededor. Pero el mundo que habitaban nuestros antepasados tampoco era un jardín de rosas. A ver quién querría tener hijos en plena Segunda Guerra Mundial, durante la peste negra o en mitad de la conquista de América, por ejemplo.

Sin llegar al extremo de los preceptos antinatalistas, existen sin embargo muchas personas reacias a convertirse en padres, personas que, de entrada, rechazan esa idea por diferentes motivos. Se puede no querer tener hijos por no renunciar a la libertad de la que se disfruta sin niños, porque pesa más nuestra carrera profesional que todo lo demás, porque económicamente no nos lo podemos permitir, porque no nos gustan los niños, por mil motivos en definitiva.

La natalidad desciende a mínimos históricos en España

La tasa de natalidad en España es escalofriantemente baja. Cierto es que los gobiernos no incentivan la natalidad, que somos uno de los países europeos con menos facilidades y ayudas para conciliar. Pero eso no nos quita responsabilidad. Vuelvo a repetir que todas las decisiones son legítimas y respetables, pero hasta el momento nadie ha inventado una máquina de hacer bebés, solo el útero materno es capaz de albergar vida.

Un prototipo de incubadora para gestar a tu hijo en el salón de tu casa

Si no queremos una sociedad envejecida, si queremos que haya población activa suficiente para garantizar un sistema de pensiones, no podemos mirar para otro lado. De alguna manera tendremos que asumir la responsabilidad como especie, pero eso pasa primero por que de una vez por todas se reconozca la labor cohesionadora de la maternidad, de las amas de casa, de los abuelos (que primero fueron padres) que mantienen a su familia con una pensión ridícula. El papel de la mujer es determinante, y es la que sostiene esta sociedad enferma partiendo de los hogares.

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Mantener un hogar con todo lo que eso supone es un trabajo, un trabajo no remunerado, no reconocido y muchas veces infravalorado y despreciado. Las mujeres debemos muchísimo al feminismo, llevamos siglos intentando que se nos reconozca, por ejemplo, en el terreno laboral. Pero tan valiosa es una mujer con un puesto directivo importante, una mujer médico, abogado, maestra, como una mujer ama de casa y madre, y no digamos ya si se da todo a la vez. La lucha por la conciliación es brutal y agotadora, por eso hay que aplaudir la decisión de ser padres, y hay que promoverla, incentivarla, ensalzarla pero no idealizarla. La maternidad/paternidad no es un anuncio de Nenuco o Johnson’s, es muy dura por nuestro actual modo de vida -pero no tan dura como lo podía ser en la posguerra, por ejemplo, con seis u ocho bocas que alimentar y una cartilla de racionamiento. Y a pesar de todo, y es mi opinión, ser padres es lo más maravilloso que se puede experimentar como seres humanos. Solo espero que esto de los antinatalistas no triunfe en absoluto. Que viva la vida.

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