En la calidez del refugio residen
la sensación del nosotros,
la mirada anclada en el tú.
La emoción atenuada por el paso de los años
pervive y sobrepasa los primeros escalofríos.
Una hoja del calendario no apuntala el amor,
ni una caja de bombones debería ser obligada.
Déjame quererte el veinticuatro, el tres,
el quince – y no solo el catorce – por infinitos lustros,
mientras crecen nuestras flores,
esas que sí nos apuntalan, más que nada
en el mundo.