Madre mía (nunca mejor dicho), ¡la que se ha liado por un anuncio publicitario! El del Día de la Madre de El Corte Inglés, ese del que todo el mundo habla, excepto la gente como mi padre, que no hace ni caso de los anuncios porque le sobran todos y le cortan las películas y los programas que está viendo. Si no saben de qué hablo, vean:
Anuncio Día de la madre El Corte Inglés / Cartel Día de la madre El Corte Inglés
En principio, el cartel es lo que más está escociendo en el sector femenino, y con razón, he de decir. Para los publicistas que han pergeñado la campaña -y cuando digo los publicistas no estoy asumiendo que sean hombres-, las madres somos 97% entregadas, 3% egoístas y 0% quejas. Pues miren, no. En Narnia, a lo mejor, pero en el mundo real tenemos días malos, semanas malas e incluso trienios atroces. Como cualquier mortal. Si nos fijamos en el anuncio televisivo, la cosa cambia algo, porque se hace un intento de ensalzar el papel de las madres con algún pobre dato estadístico, imágenes de madres que trabajan fuera de casa y que también quedan con las amigas o salen a correr (no pienso decir running) y alguna hipérbole como la de que le sacamos 48 horas a la jornada. Un poco magas somos, sí, porque nos empeñamos en llegar a todo. Pero si no llegamos, que es lo normal, no pasa nada. Repetid conmigo, hermanas: ¡no pasa nada!

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No, no somos 97% entregadas. La mayoría de los días a mí me encantaría entregarme… al colchón de mi cama, al sofá, a un buen libro, al mando a distancia o a los brazos de mi pareja sin niños revoloteando. Pero el baño de realidad me baja de la nube y me obligo a ponerme en marcha: despertarlos, hacer los desayunos, preparar los almuerzos, las mochilas, mirar la agenda, llevarlos al colegio, hacer la compra, estudiar, preparar la comida, pensar en la comida del día siguiente y tirar de congelador, recogerlos, comer (y que coman), llevarlos al colegio (otra vez), recogerlos, extraescolar(es), un poco de parque, duchas, cenas, peleas, peleas, más peleas, cuento(s), susurros al pie de sus camas, duérmete(s), cállate(s), venga-que-es-muy-tarde, y buenas noches. Y más de lo mismo al día siguiente. Si encima de todo este trajín casero existe afuera un trabajo remunerado, los malabarismos aún son más evidentes. Y oye, que no nos quejamos, dice el cartelico. Según esa descripción porcentual, yo no soy madre. Ni mis amigas que dicen serlo lo son. Porque todas nos quejamos, todos los días. Y quejarse no significa no querer a los hijos, ni renegar de la maternidad, ni que no seamos felices o nos arrepintamos de nuestra decisión de ser madres. Se echa en falta un punto de humanización, y es que estoy hasta el toto del mundo happyflower de mamis idealizadas que trabajan, son adorables con sus retoños, no gritan, cocinan, se maquillan y van a la última y son lo más de lo más, tienen tiempo para quedar con las amigas, se meten en la cama derrengadas pero con una sonrisa, y sin despeinarse. Somos personas primero, e igual que tu padre, tu tío, tu hermano, tu abuelo o tu primo, también nos quejamos, tenemos ratos en los que nos apetece vaguear y lo hacemos, decimos palabrotas, pensamos en nosotras mismas y nos encerramos un rato en el baño a cal y canto. Y no dejamos de ser ni peores mujeres ni peores madres.
¿Buscaban con la campaña destacar el valor de las madres? No, buscan que nuestros hijos y nuestras parejas, a golpe de porcentajes irreales (0% quejas, aún me estoy partiendo de risa) corran cartera en mano a comprarnos un regalito para acallar sus conciencias. Y es que luego está lo de los regalos, un clásico. ¿Qué hay en los escaparates en estos días previos al Día de la Madre? Perfumes, joyas, robots de cocina, maquillaje, bolsos, máquinas de depilación, cepillos alisadores y libros de cocina. El Día del Padre, hace mes y medio, todo eran taladros, máquinas de afeitar, corbatas, colonias y lociones post-afeitado, camisas o accesorios para el coche. La sociedad consumista: ese conjunto de estereotipos, ese crear necesidades donde no las hay.
El anuncio se puede traducir así: tu madre se desvive por ti sin quejarse: ¿qué haces que no estás perdiendo el culo por ir a El Corte Inglés a comprarle una batidora multifunción, que es lo que está deseando? Hala, ya estás tardando, verás cómo da saltos de alegría y te sube la paga.