Herrikoa, la Federación de Asociaciones de Padres y Madres del Alumnado de Navarra, ha hecho un llamamiento a los padres de los colegios públicos de Navarra para que secunden la campaña Stop Deberes en defensa de unas vacaciones de Semana Santa sin tareas escolares. Pide que esta campaña se difunda por Twitter con la etiqueta #StopDeberes, y persigue los siguientes objetivos: sensibilizar, alertar y movilizar.
No es la primera vez que los deberes escolares son el foco del debate educacional; incluso se llevó al Congreso a comienzos del curso 2016-2017. Los contrarios a la existencia de los deberes argumentan que estos forman parte del pasado, que demuestran la ineficacia del sistema educativo porque el hecho de que se pongan deberes es señal de que no se realiza un trabajo eficaz en las aulas; que merman la calidad de vida del alumnado, influyen negativamente en su salud y no sé que otras más consecuencias nefastas.
Vamos a ver. Me da la impresión de que los padres que así piensan (y cuando digo los padres me refiero también a las madres, que ya nos conocemos, defensores del lenguaje inclusivo) se echan a temblar cuando sus hijos llevan deberes a casa porque van a acabar haciéndolos ellos, si no en su totalidad, sí en parte. Mi experiencia como madre todavía no me sirve en este asunto, pues mis hijos son muy pequeños, pero sí tengo experiencia como estudiante.
En primer lugar, no recuerdo que mis padres me ayudaran especialmente con los deberes nunca. Quizá sí les pedí que comprobaran si me había aprendido tal o cual cosa porque tenía examen al día siguiente, y ellos sujetaban el libro o los apuntes y yo les iba diciendo lo que había estudiado.
Recuerdo también tener más cantidad de deberes durante el bachillerato y COU que en la EGB. De hecho, hasta no llegar al instituto, tenía bastante tiempo libre. Salíamos del colegio a las cinco, merendábamos, hacíamos los cuatro problemas de matemáticas y los dos ejercicios de lengua o de inglés, y luego a jugar o a ver la tele. Una de las tareas más recurrentes era resumir. Teníamos varias lecturas adecuadas a la edad a lo largo del curso, y esto sucedía sobre todo a partir de los diez años -la EGB la terminábamos con catorce. Toda la clase leía el mismo libro, a veces leíamos en clase en voz alta, también teníamos que leer en casa y hacer resúmenes de cada capítulo. La capacidad de sintetizar y la práctica continua de la redacción me han servido personalmente muchísimo, quizá por haber estudiado una carrera «de letras», pero también en la vida.
Tener una pequeña responsabilidad como es la de realizar unos pocos ejercicios después de clase me parece cualquier cosa menos negativo en la educación de un estudiante. Claro es que en la mesura está la clave: no se trata de sobrecargar de deberes a unos niños a veces demasiado pequeños. El problema empieza cuando nuestros estudiantes están apuntados a demasiadas actividades extraescolares, a veces porque los padres buscan la excelencia a toda costa: nuestros hijos tienen que saber idiomas, música, natación, robótica, pintura, etc. Para cuando llegan a casa están agotados, y esos deberes suponen entonces un problema. Esto además es una contradicción: se está pidiendo la supresión de los deberes porque quitan tiempo y no está demostrado que beneficien a los alumnos, pero al mismo tiempo apuntamos a los hijos a todo lo que podemos porque es bueno para ellos, tienen que desarrollar capacidades, aprender, aprender, aprender.
Dicen desde esta asociación que además hay familias que no pueden permitirse clases particulares para la realización de estos deberes. Pero se supone que los deberes afianzan lo ya aprendido en clase, no es un avance en la materia, no es «materia nueva»; entonces es de suponer que el alumno los puede hacer solo, puesto que se lo han explicado en clase. Y si no es capaz de hacerlos, tranquilamente puede decirlo a su profesor y pedirle que lo vuelva a explicar. Al menos, así era en mis tiempos…
Particularmente me parecerá bien que a mis hijos les pongan deberes, siempre y cuando no sean excesivos. Les ayudará a planificarse, a ser responsables, a anteponer el deber a la diversión, a afianzar lo que han visto en clase, a trabajar en equipo (porque también existen los deberes en grupo). El debate está servido, pero desde luego yo no voy a compartir la etiqueta o hashtag #StopDeberes.