Ángel llevaba tres décadas cuidando de su mujer, enferma de esclerosis múltiple y totalmente dependiente de él para valerse. Ella misma, cuando aún podía, había intentado quitarse la vida. Ella misma había comprado tiempo atrás en el mercado negro el veneno que podría acabar con su sufrimiento. Ellos habían hablado del tema y acordado que él la asistiría, sería sus manos para llevar a cabo el «buen morir», según sus palabras. Eutanasia: el matrimonio grabó en vídeo la petición de María José Carrasco para morir
El caso está estos días en boca de todos, por reabrir el debate en torno a la eutanasia, por recordarnos cómo murió Ramón Sampedro (cuya historia narró Alejandro Amenábar en la película Mar adentro), y por lo excepcional que ha sido que el propio Ángel grabase en vídeo el momento en que María José bebe el pentobarbital sódico y por cómo, inmediatamente después, él llama a emergencias y a la policía para relatar, a pesar del dolor contenido, lo que acaba de hacer, perfectamente consciente de las consecuencias que para él pueden sobrevenir.

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No voy a entrar en debates éticos sobre la eutanasia, pero sí diré que hay que ser muy valiente: para querer acabar con la propia vida si se es incapaz de seguir adelante porque el sufrimiento es insoportable; valiente para pedirle a quien quieres que te ayude a morir; valiente para ser la mano ejecutora que haga cumplir ese deseo. Pero también hay que ser muy valiente para optar por seguir viviendo a pesar de todo; valiente para no abandonar a la persona enferma, porque eso sería lo fácil y lo egoísta. Todas las opciones merecen respeto, y desde luego Ángel y María José eligieron una de estas opciones. Ninguna persona que no haya pasado por un trance así debería juzgar una decisión de este calibre, tanto si es que la muerte llegue cuando tenga que llegar como si es provocarla.
Y hablando de juzgar: La juez que instruye el suicidio asistido de Carrasco se inhibe en favor del juzgado de violencia de género
No me quiero imaginar la rabia que debe de estar sintiendo Ángel Hernández desde que sabe que, al parecer según la ley, su caso se encuadra dentro de la violencia de género. Según esta juez, puesto que es un daño producido por un varón hacia una mujer y entre ambos existía una relación afectiva, y así lo dispone la ley, pues ale, al juzgado de violencia de género. Por mucho que la autopsia haya revelado que no hay en el cuerpo de la fallecida ningún signo de violencia.
No entiendo ni entenderé nunca eso de blanco y en botella, leche. Una botella llena de cola o pegamento tiene similar aspecto y no es leche. Con la ley en la mano, los jueces parece que olvidan todas las demás circunstancias. Se agarran a lo que fríamente se cumple: un sujeto A varón, un sujeto B mujer. El sujeto B muere a manos del sujeto A. Ergo, el sujeto B sufre violencia por parte del sujeto A, ya que por causa de esa violencia acaba muriendo. Si el enfermo de esclerosis hubiese sido él, y ella la que suministra el veneno, ¿estaríamos leyendo la misma historia?
Si un hombre y una mujer, pareja afectiva, viajan en coche y va conduciendo él, y en un determinado momento él tiene una distracción y como consecuencia se acaba chocando fatalmente contra un camión y en el choque solo muere ella y él salva milagrosamente la vida, ¿es violencia de género? Una acción violenta del hombre (qué más violento que un accidente de tráfico) ha provocado la muerte de una mujer. Con esa misma ley en la mano, parece que también debería juzgarse como violencia de género, ¿no?
Se me revuelven las entrañas al pensar que en el mismo juzgado pueda entrar el caso de un maltratador que pega palizas a su mujer, le mina psicológicamente su autoestima día tras día, la amenaza de muerte, amenaza con matar a sus hijos, le controla cada movimiento, anula su libertad y hace que ella viva constantemente atenazada por el miedo, y el caso de Ángel, quien ha pasado treinta años cuidando a su mujer, acariciándola, leyendo para ella, dándole de comer, vistiéndola, lavándola, siendo en definitiva una pareja abnegada, dadivosa y luchadora.
Cada vez entiendo menos. Menos literalidad y más humanidad, por favor.