Llevo un rato con sudores fríos pensando en mi afasia de género. Es una dolencia nueva que me empieza a aquejar y que creo (no creo, lo sé con seguridad) no superaré nunca a no ser que me trasplanten un cerebro nuevo. La afasia de género impide a quien la padece expresarse, tanto oralmente como por escrito, según los nuevos cánones de lenguaje inclusivo.
Javier Lambán obligará a sus funcionarios a decir «criatura» en lugar de niño o niña
Les invito a leer este documento, elaborado al parecer por un doctor en Lingüística, por mandato de quienes gobiernan en Aragón, los socialistas. ¿O socialistos? Por lo visto quieren que la administración pública aragonesa sea respetuosa en sus formularios, escritos, instancias, etc. y al dirigirse a los ciudadanos. Respetuosa en cuanto al género, que seguro que en lo demás ya eran muy, pero que muy, respetuosos.
Lenguaje inclusivo con perspectiva de género. Gobierno de Aragón
Son 65 páginas que darían para una réplica casi punto por punto. Reconozco que algunas recomendaciones tienen bastante sentido, y aquí me falta espacio para hablar de todas ellas y de las que no tienen sentido ninguno, en mi humilde opinión. Como no quiero aburrir, voy a centrarme en un par de cosillas bastante llamativas.
En el apartado 5, donde se habla de nombres de profesiones y cargos, aparece una lista con recomendaciones del tipo: mejor decir «el personal administrativo» en lugar de los administrativos o las administrativas. En esa lista aparecen otros ejemplos como estos:
el embajador / la embajadora …………………………….sustituir por la embajada
el archivero / la archivera ………………………………… sustituir por el archivo
el comisario / la comisaria ………………………………… sustituir por la comisaría
Es tal la urticaria que sufren los que promueven el lenguaje inclusivo que, con ejemplos así, evitan a toda costa el masculino genérico (embajadores, archiveros, comisarios) y aconsejan utilizar palabras que, ¡oh, cielos, nadie se ha dado cuenta!, inducen a error porque tienen otros significados. El archivo puede ser el lugar oficial donde se guardan documentos (el Archivo General de Navarra), puede ser también un conjunto ordenado de documentos o la acción y efecto de archivar, entre otras cosas (véase Archivo. Definición RAE). Si cuando hablamos debemos procurar no caer en equívocos y ser claros, correctos y exactos, con este tipo de medidas estamos haciendo lo contrario. Hagamos una prueba. Si yo digo «La comisaría salió a cenar después de la reunión», según estas recomendaciones estoy diciendo que los comisarios (ellos y ellas) salieron a cenar, y así nadie se ofende porque hablamos de los comisarios y también de las comisarias, sin tener que hacer el consabido desdoble masculino/femenino. Pero no es tan evidente, puesto que la comisaría no se compone solamente de comisarios y comisarias (siguiendo la lógica de la que este documento hace gala). Al decir que la comisaría salió a cenar lo primero que se entiende (o lo que entiende la mayoría) es que todos los que integran la comisaría fueron a cenar: comisarios, inspectores, ordenanzas, subinspectores, etc. Por tanto nos cargamos de un plumazo la claridad del lenguaje, pues nuestro interlocutor, si ignora de qué le estamos hablando, no sabrá quiénes fueron a cenar realmente.

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Y para no extenderme mucho más, paso al tema que resalta el titular cuyo enlace he puesto más arriba: criatura, infante o infancia en lugar de niño o niña. Voy a poner ejemplos porque se ve mejor lo absurdo del asunto, aunque no estén sacados del lenguaje administrativo, que es al que se dirige este manual de estilo, pero valen igual. Supongamos que mis amigos tienen hijos y son dos niños y una niña:
Mis amigos vinieron ayer a cenar con sus niños / con sus dos niños y su niña / con su descendencia / con sus criaturas
El parque a aquellas horas estaba lleno de niños / de niños y de niñas / de criaturas / de infantes / de infancia
¿De verdad soy la única persona a la que se le ponen los ojos como platos con estas «soluciones» que se plantean desde el gobierno de Aragón? Criatura, infante e infancia en absoluto son intercambiables por niño o niña, al menos no siempre. Es tan obvio que solo hay que tomar un diccionario y buscar estas palabras. Me imagino a un maestro diciendo en clase «vamos, criaturas, sentaos ya». Dicho así, pienso en los matices de la palabra criatura: inmadurez, candidez, con necesidad de cuidados. Pienso también en el monstruo de Frankenstein: la criatura por excelencia. Pienso en el Génesis, cuando Dios creó a las criaturas (pues criatura tiene su origen en crear, el latín no engaña). ¿Y qué decir de infante? Rizando el rizo, una vez más: mañana saldré de casa temprano a llevar a mi infantería al colegio, que algo tienen mis hijos de soldados cuando se ponen bravos. Ah, que no, que infantería no podría decirse. Y las infantas Leonor y Sofía ¿qué opinarán? Que su título sea aplicable a los niños del populacho no les hará mucha gracia, ¿no?
Y todo esto para evitar una palabra en masculino plural, niños, que taaanto ofende porque olvida a las niñas, pobrecitas ellas. También se reprueba el uso de hombres como término genérico para las personas, la humanidad, etc., porque según el manual su actual significado ya está restringido a ‘varones’. Ya estoy viendo cómo cambian a todo correr los capítulos dedicados a la prehistoria en todos los libros de texto para que no se hable del hombre de Cromañón, el hombre de Neanderthal o el hombre primitivo. Y, lo que es más triste y más peligroso, llegará el día en que un estudiante no entienda correctamente enunciados como este del Quijote:
La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.
Como tengo afasia de género y sí me veo incluida en ese plural hombres, hago uso de mi libertad, ese precioso don, para declararme objetora de conciencia de este nuevo engendro de los progres que velan por nuestra inclusión, pobres de nosotras, las mujeres. Lástima que por este desvelo estos gobernantes se hayan gastado el dinero de los aragoneses para enseñarles a hablar, que por lo visto no lo hacían bien, maño.