La detonación fue un momento y duró siglos.
Gritos, confusión, miedo. No comprendo, no quiero, no está pasando.
Cristales rotos alfombran mi casa. Mi casa destruida en un suspiro.
Estamos bien, vivos, rotos por dentro, pero vivos. Y el piano.
Lo miro: tan blanco, está entero. ¿Sonará? Hijos, venid. No sé,
no sé si hay tiempo, esperad un momento, necesito pensar, tocar, pensar.
Irina frota las teclas negrasblancasnegrasblancas. Suspira, teme y le duele.
Sabe que hay que marcharse, dejar todo atrás. La música y su vida allí, la música
y la tranquilidad, la tibieza de un hogar labrado a golpe de esfuerzo y amor. La música.
Elige a Chopin, qué delicia, no puede imaginar sus dedos huérfanos.
Sus dedos se irán con ella, el piano se queda atrás. Llegarán otros pianos, quizá otro hogar,
con suerte, no lo sabe.
La música brota de sus manos, está en su cabeza, negrasblancasnegrasblancas y corcheas.
Bello instante incrustado en la tiniebla. Como en aquella película, cómo se llamaba,
la del pianista.
Bello instante incrustado en la tiniebla. Suena la última nota.
Nos vamos.
(Para escuchar a Irina despidiéndose: https://www.youtube.com/watch?v=KkZQuE50b9E)
