Hace ya un tiempo de mi último escrito, y no han faltado noticias «susceptibles» de tener una entrada en este blog. Porque, madre mía, entre sentencias judiciales, manadas, partidos políticos emergentes, Brexit, chalecos amarillos y otras historias de la actualidad, material no me falta. Pero como una tiene predilección por las noticias curiosas, si además estas tienen como componente un tema lingüístico, pues ya tenemos de qué hablar.
Abunda actualmente un mal que en realidad es más viejo que la tos, y no es otro que el ombliguismo. La palabra no está aceptada, pero tiempo al tiempo. ¿Pues no van los de la Generalitat y exigen a la casa Playmobil que etiquete sus juguetes en catalán? Aquí, la noticia en cuestión: La Generalitat de Catalunya quiere imponer el catalán a los ‘clicks’ de Playmobil
Para empezar, no entiendo que en el titular aparezca clicks entrecomillado y no lo hagan Generalitat y Catalunya, que son palabras en catalán y están en un texto en castellano. Pasando esto por alto, analicemos lo que se demanda. Una empresa juguetera cuya sede central está en Alemania (se fundó en Baviera hace casi 143 años), mundialmente conocida, fabrica juguetes que se comercializan en todo el mundo. Cataluña es parte del mundo, dirán. En efecto, pero todavía forma parte de un país llamado España, cuya lengua común a todo su territorio es el español o castellano. Playmobil etiqueta en esta lengua las partidas que vienen a venderse aquí. En Cataluña se habla español, ¿cierto? Luego, ¿qué necesidad hay de etiquetar también en catalán? ¿Afán de superioridad? ¡No, amigos! Una suma de ombliguismo + complejo de inferioridad. ¿Qué hace un niño pequeño cuando quiere atención? Suelta una pregunta de solo dos palabras, entonada de forma ascendente y acompañada de un puchero en el gesto: ¿Y yooooooo? Y ya que hablamos de niños, ¿conocen a alguno que se haya parado a leer -si es que sabe leer ya- lo que pone en la caja? Quizá la exigencia de que aparezca el catalán tenga su razón de ser en que, a este paso, alguien que viva en Cataluña, lea en catalán, vea la tele en catalán, compre en catalán, estudie y trabaje en catalán, etc., con el tiempo y una caña no va a entender textos escritos en castellano, y menos aún si la existencia de esta lengua en las aulas es exigua. Y las instrucciones de un juguete, o un prospecto farmacológico, por poner dos ejemplos, pueden ser complicados de entender si no se domina una lengua que se está quedando relegada. Puede parecer que estoy denostando el catalán, y no es así. El patrimonio lingüístico de España es riquísimo, y es la herencia cultural de nuestro pasado. Quienes tienen la suerte de haber crecido escuchando y hablando dos o más lenguas no deberían, a mi juicio, dejar una de esas lenguas relegada por motivos ideológicos nacionalistas. Si en la caja de un juguete tuvieran que aparecer todos los idiomas del planeta para no ofender a nadie, no se imaginan el tamaño de la caja.

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Pero más terrible que esto me parece darle prioridad al conocimiento del catalán sobre el ejercicio de la medicina. Ya toqué un asunto similar en otra entrada anterior: Francina en el país de las incongruencias
En Baleares se están quedando sin algunos especialistas médicos porque no tienen el nivel exigido de catalán. Volvemos al ombliguismo, o a tomar la parte por el todo. Entiendo que en una audición para interpretar a una estrella del rock pidan actores con tatuajes, por ejemplo. Pero no logro entender que para ser un buen profesional médico se puntúe de manera desmesurada la competencia lingüística en catalán. Tendría sentido si en Baleares solamente se hablara catalán, y el médico que opta al puesto haya nacido en, pongamos, Turín. Pero en un lugar donde también se habla castellano, lo realmente importante debería ser que el médico en cuestión tenga un brillante currículum, sea autor de equis estudios médicos, tenga un expediente intachable, experiencia contrastada, buen trato al paciente, ojo clínico, qué sé yo: lo que se le tiene que exigir a un médico. El decreto del catalán fulmina a la única neuropediatra de Ibiza
Lo de tomar una lengua y utilizarla como arma arrojadiza de un tejado político a otro tejado político no es exclusivo del catalán, por desgracia. En este vetusto país seguimos mirándonos al ombligo todo el santo día, seguimos identificando lengua con nación, cuando, recordemos, el español lo hablan más personas en América que en España. Las lenguas son instrumentos de comunicación, ninguna es mejor que otra, ninguna es superior a otra por tener mayor número de hablantes. Todas nos sirven para comunicarnos, y deberían unirnos, no separarnos. Conocer lenguas como el catalán, el gallego o el euskera debería ser un plus personal, no un plus profesional para según qué cosas. Beneficiar a quien opta a un puesto de trabajo por saber una lengua obviando otras capacidades más importantes es de un cerrilismo tremendo. Salvo que el puesto de trabajo sea profesor de catalán, de gallego o de euskera, claro.
El colmo del asunto lo protagonizó un asistente a un concierto de Serrat cuando le pidió que cantara en catalán porque estaban en Barcelona. Serrat reprende en un concierto a un espectador A Serrat se lo pidió, a Serrat. El mismo cantante que… Lean, lean (sobre la canción La, La, La, sacado de Wikipedia, pero conocido por casi todo el mundo):
«La elección del intérprete que debía representar a España en el Festival fue fruto de una gran controversia. Joan Manuel Serrat, el primer elegido, anunció unos días antes del festival su deseo de interpretar parte del tema en catalán, a lo que Televisión Española se negó, aún a pesar de que Serrat ya había grabado el tema en varios idiomas y lo había promocionado en Europa. Por este motivo, Massiel, que era la otra cantante estrella de la casa discográfica en la que estaba Serrat, fue elegida para interpretar la canción».
Y ahora mismo leo esto:
https://www.elmundo.es/baleares/2019/01/09/5c350e8afdddffad6a8b470e.html
También los jueces. Que siga la fiesta.
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