Niños a clase o clasificar niños

Hay tres palabras que se repiten como un mantra estos días en cartelería de grandes superficies, marquesinas, folletos publicitarios y mentes de padres, profes y alumnos: VUELTA AL COLE.

Días atrás fui con mi familia a un centro comercial muy conocido en Pamplona para aprovechar algunas ofertas de ropa para los críos, que tienen la mala costumbre de dejar todo pequeño o roto y desgastado, lo que ocurra antes. Mi hijo mayor, que aún no ha cumplido los siete, preguntó decepcionado por qué la ropa de niñas tiene colores más bonitos y llamativos y la de niños es tan sosa. En concreto señaló un chándal que yo no compraría ni loca, a saber: de color rosa claro tanto el pantalón como la chaqueta, y esta última poblada de ponis multicolores y cruzada de arcoíris. El resto de la sección «niñas» lo poblaban colores como el fucsia, el rosa claro, el morado, y en menor medida el gris, el clásico azul jeans y otros tonos como el beige o el granate.

pink and blue textile near yellow textile

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No supe qué contestarle. Por suerte, se contentó con un chándal que encontramos para él que tenía el pantalón rojo y satisfizo su gusto por los colores llamativos. Unos días antes, y en otro centro comercial, estábamos comprando zapatillas de deporte para nuestros hijos. La pequeña eligió unas de color rojo y con el dibujo de Rayo McQueen que estaban en la sección de niños, porque también las zapaterías están en esas. Se las compramos, porque eran de su número y eran preciosas, y también nos llevamos unas de Frozen con purpurina, adornos rosas ¡y luces!

Y este domingo visitamos un mercado callejero de antaño, con puestos de artesanía y productos locales, donde también había un señor demostrando el funcionamiento del torno de alfarería. Los niños hacían cola para ayudarle por turnos en el moldeado de ceniceros, joyeros y torres medievales. Mientras esperábamos en la fila, un niño de unos once años le pidió al alfarero un jarrón. Rauda y veloz, una voz de mujer -deduzco que la de su madre- aclaró: «pero un jarrón de chico».

¿Es que nos estamos volviendo todos imbéciles? Empecemos por la perogrullada: un jarrón es un jarrón; no hay jarrones de chicos o de chicas. Y vayamos más allá. Cuando era pequeña, el material escolar y la ropa eran, comparándolos con los de ahora, más asépticos y neutros. Mochilas y estuches de colores primarios, cuadernos «Guerrero» con tapas rojas, azules, amarillas o verdes. Punto. Zapatillas blancas. Pantalones vaqueros, o negros, o granates, o de pana. La única prenda diferenciadora era la falda. Hasta el detestado jersey de cuello vuelto era igual para niño que para niña. Pero desde que el consumo global y la superpoblación de personajes animados que vomitan la televisión y el cine forman parte de las vidas de nuestros hijos, no hay apenas útiles escolares o prendas de vestir que no lleven un distintivo «de chico» o «de chica». Muy posible que esto esconda un afán comercial, ya que así los hermanos no heredan nada de sus hermanas ni viceversa. Afortunadamente, algo me ahorré poniéndole a mi hija pijamas, calcetines y algunos jerséis y pantalones de su hermano. ¿Ropa de chico? No, ropa. Lo triste es que, de haber tenido primero una niña, su hermano no habría podido usar ni la mitad de las prendas, porque casi toda la ropa de niña está «marcada». No solo están los colores, sino los lazos, volantes, botones con forma de flor, etc.

No comulgo con algunos padres que no quieren influir en el aspecto de sus hijos y eso hace que no sepas si tienen niños o niñas. Mi hija lleva pendientes, media melena y tiene mucha ropa con tonos rosas, porque le encanta ese color. Adora pintarse las uñas aunque nunca me ha visto hacerlo con las mías, y le gusta jugar con muñecas lo mismo que poner el trenecito en las vías o darle patadas al balón. Mi hijo también juega con muñecas, no le gusta jugar al fútbol, es un virtuoso del dibujo y de las manualidades, y le encanta el color. Y no es justo que los pasillos de ropa, material escolar, zapatos o juguetes sean de un color determinado y este acabe siendo un color determinante. El debate volverá a las tertulias con los primeros catálogos de juguetes para Navidad, segurísimo.

Sin llegar a radicalismos, estas separaciones y este afán diferenciador pueden aportar un enorme grano de arena en la percepción que niños y niñas tienen de sí mismos. Visten diferente, son diferentes. Ositos, unicornios, lacitos y mariposas para ellas; coches de carreras, tablas de surf, robots y superhéroes para ellos. Estos son los motivos que decoran sudaderas, camisetas, cuadernos o carpetas. Dulzura y ñoñería frente a deporte, movimiento y tipos duros. Por suerte, ya hay firmas textiles que estampan las prendas infantiles con motivos neutros: dibujos para niños sin importar su sexo. Lástima que sean prendas caras, ya podían copiar los Zara, H&M, Kiabi o Primark.

Sin olvidar que hombres y mujeres -niños y niñas- somos diferentes en muchas cuestiones, somos iguales en la mayoría de las cosas. Ojalá un cambio por parte de las marcas, los fabricantes, la publicidad. Ojalá un cambio en todos nosotros.

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