Hablar: del latín FABULARE, ‘decir fábulas’

Me siento orgullosa de mi tierra, Navarra, antiguo Reyno e importante pieza en la historia de España. Lugar de cultura ancestral, aquí se habló y se habla aún una de las lenguas más antiguas que hoy perviven, el euskera o vascuence, y cuyo origen es incierto. Por Navarra discurre el Camino de Santiago, que ofrece contrastes y diversidad en cuestión de paisaje y paisanaje. En Navarra disfrutamos de una exquisita gastronomía, fruto de un campo y una ganadería privilegiados; contamos con tres universidades, una economía aceptable para los tiempos que corren y una amplia oferta cultural y festiva.

He dudado mucho acerca de si escribía o no esta entrada, por lo espinoso del tema, pues es triste que aquí nos miremos de soslayo cuando tocamos determinados asuntos de identidad, nacionalismo y lengua.

Quienes hoy gobiernan en Navarra se están inventando una realidad paralela existente solo en sus cabezas, una fábula; más aún, una desiderata. La lengua oficial de Navarra es el castellano, y el euskera es cooficial únicamente en la zona considerada vascófona. Olvidándonos por un momento de la oficialidad y de «encerrar» las lenguas en compartimentos estancos, lo cierto es que, en la práctica, menos del 7% de la población navarra utiliza de manera habitual el euskera, según un estudio reciente. Un estudio rebaja el uso del euskera en Navarra al 6,7% de la población Dicho estudio señala que en Pamplona, la capital, apenas el 3% emplea en el día a día la lengua vasca. Con esta situación, el ejecutivo foral está librando una batalla por diferentes frentes:

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Decálogos de 19 puntos

El sindicato CCOO ha publicado en su dosier Conquistando espacios y transformando la educación un artículo llamado Breve decálogo de ideas para una escuela feminista. Las autoras son Yera Moreno (artista, investigadora y educadora) y Melani Penna (profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid). Dejo aquí el enlace, es un archivo PDF y el artículo en cuestión comienza en la página 24. Léanlo primero, y después continúen, si lo desean, leyendo esta entrada.

Dosier Conquistando espacios y transformando la educación

Empezando por el hecho de que no es un decálogo porque contiene diecinueve puntos y no diez (deca-, diez), y aunque alguno de estos puntos puede tener parte de razón (como el de la necesidad de incluir en el currículum educativo a escritoras, artistas, y músicos mujeres), me niego a tolerar tal sarta de sandeces, como la de tener que decir *todes para incluir a todo el mundo, por ejemplo. Soy licenciada en Filología Hispánica, sé de qué hablo cuando hablo de lenguaje. No me parece de recibo que haya que cambiar un sistema (porque la lengua es un sistema), porque algunas tengan un complejo de inferioridad cuando al escuchar o leer la palabra todos (o ciudadanos, alumnos, trabajadores, etc.) no se sienten incluidas. Podría escribir y escribir sobre el tema del lenguaje inclusivo y del masculino plural, pero paso a otros puntos.

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Portavoces y portavozas

Como no siempre puedo ver las noticias (aprovecho para sugerir a Clan TV y a Disney Channel que incorporen noticias en su programación, en una ventanita chiquitita en una esquina aunque sea), se me había pasado por alto esto de lo que todo el mundo habla desde el martes. Pero, gracias a que tengo amigas que me conocen muy bien, recojo la sugerencia de escribir sobre ello. Si los demás opinan, yo también, y más aún siendo filóloga de formación.

Al lío. Pues resulta que Irene Montero, portavoz de Podemos en el Congreso, soltó muy orgullosa ella esto de «portavoces y portavozas», alegando que así visibilizaba «a la mitad de la población». Añadió que el hecho de que esta palabra, portavoz, no tenga una acepción en femenino reconocida en la Real Academia Española denota que esta institución «tiene mucho que aprender (sic) y hacer por la igualdad». Irene Montero debe de pensar que los académicos (síiii, y las académicas también) no tienen ni el graduado escolar, y por eso tienen mucho que aprender. Sigue leyendo