Anoche tuve un sueño maravilloso. Me encontraba en un comercio muy cuqui, de los que hacen ciudad, de los que cambian muy a menudo los escaparates (preciosos, además), y en los que tratan al cliente con suma amabilidad y una sonrisa permanente porque les gusta ser comerciantes, llevan toda una vida haciéndolo y quieren que vuelvas a su tienda. Bien, pues en el sueño todo era como en la realidad, tal y como he descrito. Lo llamativo era que no había sistema de alarma en la puerta. Las prendas y los objetos no tenían etiquetas ni alarmas, y la dueña del establecimiento miraba todo el rato en dirección opuesta a mí. No había nadie más en el local, solo ella y yo. Por alguna extraña razón, algo me empujó a coger un abrigo preciosísimo que, aunque no llevaba precio, tenía pinta de ser muy, muy caro. Me lo probé, y desdoblé también un par de camisetas de marca que seguramente me iban a quedar divinas. Miré de reojo a la señora y seguía inexplicablemente mirando a la pared. También me fijé en una funda para el móvil y una taza de cerámica de esas con mensaje positivo que tan agradables me haría los desayunos. Con todo esto en las manos, fui reculando hasta la puerta de la tienda. Con estupor pero también con alegría inmensa salí de allí sin que sonara ninguna alarma y sin que la dueña se percatara de nada. Y desperté.
Los comercios también son «atracados» fuera del mundo onírico. A raíz de lo tristemente sucedido en el barrio de Lavapiés en Madrid, donde murió un hombre que se dedicaba a la venta ambulante ilegal -mantero-, muchas y variadas han sido las reacciones. Aquí, en Pamplona, uno de los partidos que integran el equipo de gobierno ha propuesto unas medidas, cuando menos, curiosas:
Aranzadi propondrá un plan para reordenar el comercio de los manteros en Sanfermines
El descontento del gremio de comerciantes de Pamplona no es nuevo, llevan varios años quejándose por la permisividad de la que disfrutan los vendedores ambulantes en fiestas, que exponen en las aceras peatonales su mercancía y espantan así a su clientela. No pueden competir con un muestrario tan a la vista de los viandantes (que son muchísimos), que tiene un precio más barato por tratarse de falsificaciones de marcas conocidas (marcas que ellos venden en sus negocios) y que no tiene un horario de apertura ni cierre. Estos comerciantes de la ciudad pagan alquileres -nada baratos-, pagan impuestos, declaran a Hacienda, pagan la seguridad social a sus empleados, contribuyen a que la ciudad esté viva, a que haya empleo; sufren desde hace unos meses la «amabilización» de la ciudad, que ha hecho que llevar el coche al centro sea una tarea casi imposible, y que ha hecho descender sus ventas de manera progresiva. Ahora también se propone que los manteros tengan una parcelita exclusiva en la ciudad durante los nueve días de Sanfermines y que la policía no haga nada. Vía libre, pues. Voy a imprimir yo unas camisetas Adadas y las voy a vender delante de la estatua de los Fueros, enfrente de la Policía Foral. Como no he nacido en el África subsahariana, seguramente vendrían a por mí «en cero coma».
Tiremos por tierra el trabajo de los comerciantes, tiremos por tierra la propiedad intelectual. Si de verdad quieren ayudar a esta gente que no tiene otro medio de subsistir que vender de manera ilegal, que promuevan escuelas-taller, cursos básicos de hostelería, de comercio, que hagan convenios con las empresas para que puedan hacer prácticas y alcanzar con suerte un contrato que les permita salir de las calles; que luchen por un cambio en la legalidad para que gente que lleva tantos años en España y no ha dado problemas cambie su situación legal. Son políticos, ¿no? Les pagan para encontrar soluciones con nuestros impuestos. Los mismos impuestos que pagan los comerciantes y en los que parece que se mean encima con medidas como las que intentan aprobar.