Qué pelos

Hay cabelleras que se nutren más que algunas personas: manteca de karité, aguacate, cebolla roja, miel, aceite de jojoba, eucalipto… Los champús del mercado son de una variedad apabullante en cuanto a ingredientes, propiedades y precios. A todo esto, me topé el otro día con un vídeo en el que cambiaban, editando su imagen, el tipo de peinado a famosas de ayer y de hoy, y era sorprendente cómo algunas aparentaban más o menos edad en función del estilo de su pelo. Si nos paramos a pensarlo, nuestro cabello -o la ausencia de él en muchos casos- nos dota de personalidad, mal que nos pese. Y si no, que se lo pregunten al portavoz del Partido Popular, Miguel Tellado, a quien la ministra María Jesús Montero describía como «el que tiene menos pelo» porque no recordaba su nombre La MINISTRA MONTERO habla de la CALVICIE de TELLADO y él le REPROCHA «NO ESTAR A LA ALTURA» | RTVE No vamos a explicar aquí qué hubiera pasado de suceder esto a la inversa, pero no nos desviemos del tema.

No conozco a nadie a quien le encante su pelo, a nadie que no tenga un pero o un conque: el color, el grado de lisura o rizo, el encrespamiento, el volumen, si le crece más o menos deprisa, si se le cae mucho o si tiene muchísima cantidad y no lo puede domar. Creo que nos quejamos más veces al día de nuestro pelo que del tráfico o de lo cara que está la cesta de la compra. Y lo siento, chicas, me estoy refiriendo en especial a nosotras.

Y es que, cómo somos, ¿eh? Tanto nos quejamos que incluso en inglés hay una expresión específica, y si no me creéis, vayámonos al diccionario Cambridge:

Traduzco: mal día de cabello (informal): un día en el que no te sientes atractivo, especialmente a causa de tu pelo, y todo parece ir mal. «Estoy teniendo un mal día de cabello». Confieso que he visto muchísimas veces una película que no pasará a la historia del cine por sus virtudes para el séptimo arte pero que a mí me saca siempre una sonrisa y me entretiene, y es Miss Agente Especial (año 2000; Miss Congeniality en su versión original). La protagonista, interpretada por Sandra Bullock, es una agente del FBI que no se preocupa en absoluto por su imagen personal, y usa al principio de la cinta esa expresión, bad hair day. En realidad su pelo tiene una mala década, añade ante la mirada estupefacta del maravilloso Michael Caine, que tiene ante sí el arduo reto de convertirla en toda una miss para que pueda infiltrarse en el concurso (perdón, beca de estudios) de Miss Estados Unidos. Miss Congeniality – bad hair day

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Presiento que mi pelo, por cierto, está entrando en una mala década. Nunca tuvo una época de esplendor, la verdad, lo tengo lacio y escaso, y de un color indefinido: ni castaño, ni rubio, ni de un color fácil de describir. Siendo muy muy pequeña lo tuve muy rubio, ay. Ahora me están empezando a salir canas, y aunque son todavía pocas y cobardes contemplo cómo poquito a poco se van haciendo más numerosas y visibles, las muy canallas. Y es injusto, muy injusto para las mujeres, porque los hombres con canas tienen buena prensa: interesantes, misteriosos, atractivos, con poso, con conversación; te llevan al teatro, a tomar un vino y a charlar sobre el cine de Kubrick. Maldita sea, y a nosotras se nos mira mal si no nos teñimos o nos damos unas mechitas que cubran esa ignominiosa blancura. Una mujer con canas y en chándal es el summum del descuide. Si es la reina Letizia da igual, eso es chic y crea tendencia. Pero las mujeres mortales y del pueblo llano no vamos a la compra vestidas de Caprile o de Pertegaz y con maquillaje de revista, me temo.

Total, que en breve debería pasar por la peluquería a cortarme las puntas, y la gran duda es si me lanzo al pozo sin fondo del tinte o las mechas, porque eso lo veo como abrir una bolsa de patatas fritas, que una vez que empiezas ya no puedes parar. Por otro lado me pica la curiosidad: ¿cómo se verá mi cabello con dos colores, el mío y el encanecido? En fin, el tiempo lo dirá, y mientras van multiplicándose los pelillos blancos tengo aún margen para decidirme.

Acabo disculpándome por este ejercicio de vanidad y superficialidad, pero a veces está bien salirse de lo profundo o lo serio y pasarse al lado rosa de la vida. Rosa como la prensa rosa, me refiero, la misma que nos muestra los peinados de las famosas que luego queremos imitar y nos quedan fatal. Cuántas peluqueras en los noventa habrán imitado con sus tijeras el corte de Jennifer Aniston, por poner un ejemplo. Actriz que, por cierto, sigue luciendo una melena envidiable a sus casi 55 años (los cumple el 11 de febrero).

Me vuelvo a disculpar. ¡Que alguien me exorcice, llevo dentro a María Patiño!

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