Todo ofende

La entrada que van a leer es un poco larga, pero se resume en la siguiente idea: vivimos tiempos en que la libertad se nombra y se encumbra como el bien supremo y, al mismo tiempo, se ve machacada cada dos por tres por nimiedades provocadas por quienes tienen la piel muy fina y se arrogan el poder de decidir qué está bien y qué no, cuales vigilantes morales prestos a señalar y vilipendiar a quien ose contravenir el pensamiento que ellos han dictaminado como el único, el real y moralmente válido. En pocas palabras: libertad sí, pero la que yo te diga.

Vayamos a lo concreto. Les voy a adelantar trabajo a los adalides de la nueva moralidad, que estoy viendo que son tantas las áreas que deben acometer, que no van a dar abasto: en lugar de decir «me pone negro cada vez que llega tarde y tengo que esperarle», hay que decir «mi aspecto físico se torna cambiante cada vez que llega tarde…». En lugar de decir «hija, se nota que has estado en la playa, qué negra estás«, hay que decir «hija, se nota que has estado en la playa, la melanina de tu epidermis está realmente potenciada».  No se puede afirmar «siempre lo ves todo negro, no seas pesimista», hay que decir «siempre tiendes a situar tus miras en el entorno de lo negativo, no seas pesimista». No diga usted «tengo la negra, no solo se retrasa el avión sino que me pierden la maleta»; diga «mi mala suerte experimenta una tendencia alcista, no solo se retrasa el avión sino que me pierden la maleta». Ya no cobrará nadie en negro: será dinero no declarado fiscalmente. Ah, y el tablero de ajedrez ya no albergará blancas y negras: mejor azules y naranjas, como en el Pasapalabra.

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Los Conguitos son racistas Conguitos responde a la polémica que acusa a la marca de racista. Los cosméticos que unifican el tono de la piel para aclararla son racistas L’Oréal retirará palabras como «blanco» y «claro» de sus productos

Ya todo el mundo a estas alturas sabe que HBO puso la diana en Lo que el viento se llevó, que está en su parrilla de programación, por las protestas sobre su contenido racista. Mucho se ha comentado ya al respecto. Los defensores de la moral racial y de la corrección política tienen trabajo a espuertas si pretenden revisar y censurar toda producción cinematográfica, pictórica, literaria, etc. hecha en y para occidente desde los tiempos prehistóricos hasta hoy. Porque sí, amigos, todos los males mundiales viven a este lado del planeta: el capitalismo, el patriarcado bla, bla, tienen la culpa de todo lo que nos pase.

Pero volvamos a lo concreto, que me voy por los cerros de Úbeda (y que no se enfaden los oriundos de otros hermosos lugares que también tienen cerros). Todo el mundo sabe, cambiando de asunto, que las voces humanas son distintivas de cada persona, que ninguna voz es igual a otra y que, por la voz, se puede saber el color de la piel, el país de origen, qué ha desayunado la persona dueña de esa voz y si vota por un partido u otro. Ah, que no. Que estas últimas cosas no están determinadas por  la voz, ¿dicen ustedes? No es lo que parece al leer cosas como esta: Los personajes de los Simpson serán doblados por actores de su misma raza. Me pregunto de dónde hay que ser para doblar a unos personajes que son casi todos amarillos… Quieren visibilizar la diversidad racial con medidas así y, a mi modesto entender, están acentuando las diferencias. Si estamos de acuerdo en que todos los seres humanos somos iguales y que no importa el color de la piel ni dónde hemos nacido, etcétera, no entiendo ese interés en que el actor que doble a un hindú tenga que ser de esa procedencia. Quizá se esté rechazando así, no lo sé, a magníficos actores que no dan el perfil porque, fíjate tú, han tenido la mala suerte de no haber nacido de un determinado vientre (como si eso se pudiese elegir, igual que poner en el currículum francés hablado y escrito nivel alto). Otro cuestión es cuando en las audiciones para una película hay un papel para un personaje, pongamos, de origen africano (porque es vital para el guion y para entender la historia), y los actores que no son de origen africano no se presentan para ese papel, por razones obvias. Y todo el mundo lo entiende. Pero me temo que ya no veremos pelis de mafiosos, de narcos mexicanos, sobre esclavitud, sobre la antigua Roma (pérfidos, con las atrocidades que hacían), sobre cualquier hecho histórico susceptible de escocer a esta gente de piel fina.

Y de una serie mítica a otra: La creadora de «Friends» pide perdón por la falta de diversidad racial en la serie. Resulta que Monica y Ross Geller son judíos, este último tuvo una novia asiática y otra negra (por iniciativa del actor que daba vida a Ross, según leí). Joey venía de una familia numerosa de orígenes italianos, el padre de Chandler era transexual. La exmujer de Ross es lesbiana y con pareja. Todos los estereotipos están tratados desde el respeto y en pro del humor. Para ser una serie de los noventa, yo creo que de diversidad estaba bien surtida. Cosas de casa (Family matters, en inglés) es de esa época y no hay un solo personaje blanco, caray, qué desfachatez. Como todo el mundo sabe, las series de ¡ficción! deben reflejar fielmente la realidad. Por eso los chicos de Friends son atractivos treintañeros sin demasiados problemas económicos, con piso en el centro de Manhattan, pasan el día tomando café en el Central Perk o piscolabis en el piso de Monica, o jugando al billar en casa de Joey y Chandler. La pura realidad, vamos. Igual que nuestras series: todo el mundo ha ido a un instituto igualito al de Al salir de clase o Compañeros. ¡Venga ya!

Basta ya de poner en tela de juicio lo que ha ocurrido en el pasado. Basta ya de censurar las obras y a sus autores, de buscar discriminación donde no la hay. Dejen de mirar con lupa lo que ocurrió hace siglos con la mentalidad actual, y no nos hagan pedir perdón por lo que hicieron antepasados y gobernantes que llevan siglos criando malvas.  Dejen de inmiscuirse, de agobiar, de estrujar las creaciones de otros; de retorcer el lenguaje y querer evitar que llamemos a las cosas por su nombre. Cultiven más el sentido del humor, la caricatura libre y sin miedo pero con respeto. Dejen tranquila la libertad que tanto nombran y tanto constriñen. 

 

Que no nos empañen las fiestas

Un año más, la ciudad ha comenzado su transformación de pequeña capital a gran urbe de la Fiesta, con mayúscula. Llega San Fermín, un compendio extraño de tradición, solera, primitivismo, música y alegría, hermandad, borrachera, comilonas, blanco impoluto y calles sucias.

Hace dos años un suceso por todos conocido manchó de la manera más dañina nuestras fiestas. Quedó claro desde el primer minuto que la sociedad pamplonesa y de más allá de estos lares reprobó los hechos, se asqueó y reivindicó unas fiestas libres de agresiones sexuales. Pero hace muchos años que llevamos aguantando que se proyecte una imagen de Pamplona que, aunque lamentablemente existe, no es representativa de lo que aquí ocurre del 6 al 14 de julio cada año.

Me estoy refiriendo a ciertos medios de comunicación que, como aves de rapiña, emiten para el gran público imágenes de reporteras besadas y sobadas en medio de un gentío mayoritariamente masculino; imágenes de beodos próximos al coma etílico, calles plastificadas de vasos y acristaladas de botellas, muchachas pechos al viento manoseadas sin que, al parecer, les importe. Esto es lo que vende, y a estos medios no les interesa ahondar en la fiesta. Recientemente, en unas jornadas en las que se debatía sobre San Fermín, una chica contaba que en la calle, en medio de la fiesta, propuso a un medio televisivo que la acompañaran a conocer los auténticos Sanfermines, pues lo que estaban grabando no lo eran. La respuesta que obtuvo fue: es que eso no vende.

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¡A jugaaar! -Joaquín Prat dixit

Desde pequeñita me ha gustado bastante ver la televisión, en aquellos televisores con culo, con carta de ajuste, cadena uno y cadena dos (la UHF), y hoy en estas maravillas planas full HD de nosecuantitas pulgadas. Unos de mis espacios televisivos favoritos son, desde entonces y hasta hoy, los concursos de la tele. Hay muchos tipos de concursos: actualmente se pueden establecer dos grandes bloques: los concursos de preguntas o conocimientos y los llamados de telerrealidad –reality shows-, en los que se incluyen los talent shows. A mis treinta y tantos los he visto de los dos tipos, aunque no todos, obviamente -gracias a Dios, no me paso el día sentada delante del televisor-, y si tuviera que elegir uno de los dos bloques como forma de entretenimiento, me quedaría con los de preguntas. De los que hoy pueblan la parrilla destacan Saber y Ganar (el más veterano de la televisión en España, cuyas emisiones empezaron en febrero de 1997), Pasapalabra (que comenzó en el año 2000 en Antena 3 y recaló siete años más tarde en Tele 5, que continúa con su emisión), Ahora caigo, de unos siete años de antigüedad, y Boom!, que empezó a emitirse en septiembre de 2014.

Los concursos más vistos de la historia de la televisión en España

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