Que no nos empañen las fiestas

Un año más, la ciudad ha comenzado su transformación de pequeña capital a gran urbe de la Fiesta, con mayúscula. Llega San Fermín, un compendio extraño de tradición, solera, primitivismo, música y alegría, hermandad, borrachera, comilonas, blanco impoluto y calles sucias.

Hace dos años un suceso por todos conocido manchó de la manera más dañina nuestras fiestas. Quedó claro desde el primer minuto que la sociedad pamplonesa y de más allá de estos lares reprobó los hechos, se asqueó y reivindicó unas fiestas libres de agresiones sexuales. Pero hace muchos años que llevamos aguantando que se proyecte una imagen de Pamplona que, aunque lamentablemente existe, no es representativa de lo que aquí ocurre del 6 al 14 de julio cada año.

Me estoy refiriendo a ciertos medios de comunicación que, como aves de rapiña, emiten para el gran público imágenes de reporteras besadas y sobadas en medio de un gentío mayoritariamente masculino; imágenes de beodos próximos al coma etílico, calles plastificadas de vasos y acristaladas de botellas, muchachas pechos al viento manoseadas sin que, al parecer, les importe. Esto es lo que vende, y a estos medios no les interesa ahondar en la fiesta. Recientemente, en unas jornadas en las que se debatía sobre San Fermín, una chica contaba que en la calle, en medio de la fiesta, propuso a un medio televisivo que la acompañaran a conocer los auténticos Sanfermines, pues lo que estaban grabando no lo eran. La respuesta que obtuvo fue: es que eso no vende.

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