El progresismo era esto

Quienes se denominan progresistas te dirán que, pase lo que pase, has de respetar lo que se ha decidido en las urnas (o lo que posteriormente se ha pactado en los despachos). Menos cuando no ganan los suyos, que entonces hay que rodear el Congreso, quemar contenedores, romper escaparates y tirar piedras a la policía.

Photo by Mathias Reding on Pexels.com Silence = compliance significa Silencio = conformidad

Quienes se denominan progresistas defienden a capa y espada sus lenguas cooficiales, invirtiendo esfuerzos de toda índole -social, cultural, educativa y económica- para fomentar su uso y aprendizaje. Pero si a ti se te ocurre ensalzar o promover el uso del castellano o español, o reclamar tu derecho a un puesto de trabajo sin conocer esa lengua cooficial, o pedir que se respete el porcentaje de enseñanza en español, eres un retrógrado.

Quienes se denominan progresistas reprueban, como es natural, una agresión o un insulto grave a una mujer. Excepto si ella milita en determinados partidos políticos.

Quienes se denominan progresistas se acuerdan puntualmente de toda efeméride guerracivilista en la que las víctimas eran republicanas. Pero tienen grandes lagunas de memoria cuando las víctimas eran del otro bando y los ejecutores de las salvajadas eran los republicanos.

Quienes se denominan progresistas quisieran eliminar a la Guardia Civil, menos cuando esta los encuentra en el monte tras horas de búsqueda o les ayuda en medio de un temporal de nieve.

Quienes se denominan progresistas se alegran cuando a un torero un asta le atraviesa la femoral, solo porque ser torero es algo horrible y merece morir desangrado en la plaza.

Quienes se denominan progresistas se indignan si un hombre piropea a una mujer, pero no dicen nada de la nula libertad de las mujeres en muchos lugares del mundo. En demasiados lugares del mundo, quiero decir.

Quienes se denominan progresistas pueden decidir su género, vestir como les da la gana saliéndose de lo normativo, lo estético y lo habitual, sin poner límites a la imaginación. Pero critican sin piedad si un famosillo cualquiera lleva una camiseta de la legión o una pulsera con los colores de la bandera española.

Quienes se denominan progresistas creen que es mucho mejor para el país conceder ayudas, rentas básicas y subvenciones a todo aquel que lo necesite que rebajar impuestos, dar beneficios fiscales e impulsar el emprendimiento y la creación de empleo privado.

Quienes se denominan progresistas no tienen ningún tipo de escrúpulo en desdecirse, en quebrar sus principios, faltar a la palabra dada, hacer lo contrario de lo que predican, pactar con el diablo y, a pesar de todo, ensalzar su propio virtuosismo en el juego político. Porque los demás son fachas y, por muy mal que lo hagan los suyos, siempre será peor que gobierne la derecha.

Quienes se denominan progresistas creen que sus conciudadanos salen a protestar a las calles alentados por grupos de ultraderecha, y creen que salir a protestar a las calles es totalmente antidemocrático. No admitirán que la gente normal y corriente está hasta las mismas gónadas de que le tomen el pelo una y otra vez. No ven que han rebasado el límite y que no todo vale cuando está en juego el estado de derecho, ese que les da -que nos da- tanta libertad.

Quienes aún no ven la gravedad del asunto, están a tiempo de quitarse la venda.

Oferta en la uni

Les pido perdón por haber desaparecido últimamente de sus pantallas. Antes son las obligaciones, y escribir no es una de ellas. No pensaba retomar el blog todavía, pero algún seguidor ya me estaba preguntando cuándo iba a publicar algo. Temas no me faltan, porque ¡menudo veranito! Ahora que empieza el curso escolar, traigo a colación una noticia que seguramente ya han oído o leído por ahí: El PSOE propone que las carreras científicas o técnicas sean gratis para mujeres el primer año

Como mujer que ha estudiado una carrera de letras-letras, me quedé al leer esto entre la perplejidad y el cabreo monumental. Para empezar, Mamá y Papá PSOE (por lo de la perspectiva de género, ejem) demuestran así velar por el futuro de las mujeres, esas tontitas del trasero que no tienen criterio ni capacidad de elección al enfrentarse a la universidad. Bonitas mías, aquí está el Gobierno-En-Funciones para daros la oportunidad de vuestras vidas: estudiar algo de ciencias sin pagar un euro el primer año. Así, si luego os pegáis el batacazo porque no es lo que queríais, solo habréis perdido un curso, pero nada de dinerito. ¿A que mola la idea? De paso, demostramos al mundo entero que las mujeres también podéis ser grandes matemáticas, físicas, biólogas e ingenieras, que tenéis cerebro debajo de las mechas rubias. ¡Abajo la brecha salarial, los techos de cristal y… a quemar los sujetadores!

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Francina en el País de las Incongruencias

Érase una vez una alegre socialista, a la sazón presidenta del Gobierno de Baleares, llamada Francina. Una tarde, después de darse un chapuzón en una calita ibicenca, se sentó en el sofá de un local con música chill-out y sacó el móvil para tuitear un rato y ver qué se cocía en el ciberespacio político. Fuera porque era el atardecer, fuera porque el baño la había dejado muy relajada, se quedó dormida en el sofá y soñó con un lugar llamado el País de las Incongruencias.

En este mágico paraje todos parecían conocer a Francina. Primero, unos astronautas le salieron al encuentro llevando agujas de punto en las manos. Estaban tejiendo unos jerséis porque, según le contaron, eso es lo que hacían los astronautas del País de las Incongruencias.

Poco después se topó con un profesor de inglés que cantaba ópera delante de una pizarra y ante sus embelesados alumnos. Supo que era profesor de inglés porque en la pizarra ponía: All English teachers in this country can sing opera (todos los profesores de inglés de este país saben cantar ópera).

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Francina iba absorbiendo todas estas experiencias, y lo que iba viendo le gustaba y le divertía. Siguió caminando hasta descubrir entre unos árboles un grupo de lo que parecían médicos, a juzgar por su indumentaria. Hablaban un idioma desconocido para Francina, así que se acercó a uno de ellos, a una mujer en concreto, y le preguntó en voz baja qué idioma era aquel y si sabían hablar español. La doctora le contestó en perfecto castellano que estaban hablando en rumano porque se les exigía un nivel B2 de ese idioma para poder ejercer la medicina en el Servicio Público de Salud del País de las Incongruencias (SPSPI). Francina, como estaba soñando, y en el mundo onírico la lógica no existe, asintió, asimiló la idea, la interiorizó como algo completamente normal, y siguió su camino. En un momento dado, se giró porque creyó escuchar a alguien gritando muy enfadado: ¡Que no me tienen que operar de apendicitis, que lo que tengo son piedras en el riñón! Decidió no meterse en asuntos ajenos y continuó caminando.

De pronto, se había levantado un viento fresco que hizo que Francina despertara de tan extraño sueño. Cogió su móvil, abrió el WhatsApp y escribió en el grupo «Equip de Govern»: He tingut un somni. Demà parlem (He tenido un sueño. Mañana hablamos).

Días más tarde, los habitantes del archipiélago balear y el resto de los españoles leían esta bonita y onírica noticia, propia de un país de incongruencias:

Baleares exige el catalán para tocar en la Orquesta Sinfónica

Como se puede comprobar aquí, no es una inocentada: Bolsa de trabajo Fundación Orquesta Sinfónica de las Islas Baleares

Redoble de tambores, trrrrrrrrrrr… ¡tacháááááán! (Aplausos).