El año pasado (y este también) participé en el Certamen de Microrrelatos de San Fermín BlogSanFermin.com. No hubo suerte con ninguno de los dos, pero ahora que las fiestas están llegando a su fin me apetece ponerlos aquí. Las bases de este certamen establecen que los relatos no pueden exceder de 204 palabras, que son las horas totales de fiesta desde el 6 de julio a las 12:00 hasta el 14 de julio a las 00:00. Aquí van: el primero es el que presenté en 2017, y el segundo el de este último certamen. Pongo también el enlace a su página por si a alguien le interesa leer los relatos premiados y finalistas.
El Blog de los Sanfermines
LA MAGIA DE LA FIESTA
Se sintió un poco ridículo metiendo el pañuelico en la maleta, y tentado por un instante a no llevárselo, aunque tampoco ocupaba tanto, así que…
Contento por un esperadísimo puesto en un prestigioso laboratorio; mohíno por tener que marcharse a una semana del chupinazo.
El año pasado ligó con una parisina que pasaba su quatorze juillet en San Fermín. Se entendieron a la perfección, por el idioma y por una atracción física e intelectual, qué más se podía pedir. Él habló demasiado, muy peteuve con las fiestas, la comida y el pacharán. O estaba loquita por él o el alcohol hizo el resto.
El 6 de julio le pilló ya instalado en Bruselas. Salió un rato a la calle en el descanso del trabajo, y se descubrió nervioso, no como si estuviera en Pamplona, pero casi. Miró un reloj callejero, de esos que marcan también la temperatura, y con un mariposear de tripas elevó al cielo el triángulo de tela roja. Gritó “¡viva san Fermín!” y como un niño imitó un cohete, ¡chisss, pum! y con la emoción por poco no repara en un enérgico ¡viva! que pronunció a su espalda una reconocible voz: femenina, preciosa y parisina. La magia ya había empezado.
CICLO VITAL
Unos regios gigantes me dieron ufanos la bienvenida con sus proezas giratorias. Pronto mi sonrisa fue llanto: tuve miedo a unas figuras cabezonas que atizaban a los de mi tamaño. Pero sentí la protección de un santo moreno que me sonreía y me calmé al instante.
A lomos de un caballo engalanado noté el calor, el olor animal, la raza. Y toqué al día siguiente otro de cartón, mitad equino, mitad hombre, cuya intención era asustar a niños y mayores. El ferial vespertino me recibía con música estridente y sirenas, luces de neón, remolinos y rifas y olor a comida.
A las diez con los amigos, las primeras veces en las primeras noches sin acompañamiento familiar. Fuegos y bocatas, excesos también. Bailé sin descanso, sin mirar el reloj y sintiendo cientos de miradas de otros tantos países. Algunos de aquellos ojos fueron mis cómplices y caímos sobre la hierba en un beso apasionado. Noches veraniegas, de diversión sin igual, daban la bienvenida al alba, a la carrera mañanera de seis astados y miles de inconscientes, al chocolate con churros y a la siesta diurna.
Volví a perseguir kilikis, con unos dedos diminutos enredados en los míos. Deseo que vivas todo lo que yo disfruté.
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