Definición inversa (microrrelato)

Microrrelato presentado al XII Certamen Internacional de microrrelatos de San Fermín. Quise darle una vuelta a un término que citaban a menudo las autoridades sanitarias hablando de la pandemia de covid-19.

Enhorabuena a los diez finalistas. Otro año será.

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DEFINICIÓN INVERSA

Lanzar un ¡viva! a escasos centímetros de varias bocas sedientas; sentir que otras manos nos palmean las espaldas y que otros brazos nos agarran con cercana fraternidad.

Compartir un vaso que pierde el hielo por momentos; beber sin tapujos del mismo porrón.

Correr sin espacio a rebufo de un montón de mozos, sintiendo el aliento agitado de quienes se juegan la vida.

Posar la chiquillería sus labios en San Fermín engalanado con flores.

Acariciar el abanico de Josephamunda o tirar de la casaca de Napoleón.

Servirse con la mano de un plato hasta arriba de pinchos.

Esperar a que empiecen los fuegos poblando un césped abarrotado en el que no se distingue dónde acaba una cuadrilla y empieza otra.

Pasarse de unas manos a otras los platos de ajoarriero, pochas o magras con tomate, en el tendido, la peña o en casa de la cuñada.

Bailar en parejas o en grupo, haciendo la conga o el Chocolatero.

Llegar a la barra a fuerza de codazos, empuje y determinación, mezclando nuestro sudor con el de los demás.

Limpiarse las lágrimas después de una jota y no lavarse las manos.

Todo lo que no sea “etiqueta respiratoria” es San Fermín.

Horas extras

Pasado el ecuador de las fiestas, les dejo aquí mi relato presentado a la edición de este año del concurso de microrrelatos Blog Sanfermin.com

Para mi grata sorpresa, ha quedado en segunda posición entre los cuatrocientos y pico presentados. Espero que les guste.

Horas extras

En el callejón saqué a uno de Wisconsin de entre las astas del jandilla. A mediodía evité que una señora de la peña La Jarana se atragantara con un frito de calamar. Y cerca de Joshepamunda guié a unos padres desesperados hasta donde lloraba su muetico de tres años, al que buscaban entre la multitud. Antes de irme a comer, aún tuve tiempo de asegurar un botón de la casaca de Caravinagre.

A las cuatro dejé una cartera en objetos perdidos. Sujeté del nudo del pañuelo a un mocé a punto de perder el pie en los fosos de la Ciudadela al atardecer. Dando una vuelta por las barracas, apreté una tuerca que andaba floja, por si las moscas. Y cerca de allí, poco antes de los fuegos, alcancé un globo que se quería ir al cielo y se lo di sonriendo a una cría que reprimía un puchero.

Estas han sido las incidencias de un día bastante tranquilo. Señor, dejo el parte donde me dijo, espero que esté bien hecho, ya que no nos han dado instrucciones como a una empresa al uso.

Adiós, me vuelvo a la peana, que mañana es el Día del

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Niño y me espera la chiquillería con flores.

Dos microrrelatos

El año pasado (y este también) participé en el Certamen de Microrrelatos de San Fermín BlogSanFermin.com. No hubo suerte con ninguno de los dos, pero ahora que las fiestas están llegando a su fin me apetece ponerlos aquí. Las bases de este certamen establecen que los relatos no pueden exceder de 204 palabras, que son las horas totales de fiesta desde el 6 de julio a las 12:00 hasta el 14 de julio a las 00:00. Aquí van: el primero es el que presenté en 2017, y el segundo el de este último certamen. Pongo también el enlace a su página por si a alguien le interesa leer los relatos premiados y finalistas.

El Blog de los Sanfermines

LA MAGIA DE LA FIESTA

Se sintió un poco ridículo metiendo el pañuelico en la maleta, y tentado por un instante a no llevárselo, aunque tampoco ocupaba tanto, así que…
Contento por un esperadísimo puesto en un prestigioso laboratorio; mohíno por tener que marcharse a una semana del chupinazo.
El año pasado ligó con una parisina que pasaba su quatorze juillet en San Fermín. Se entendieron a la perfección, por el idioma y por una atracción física e intelectual, qué más se podía pedir. Él habló demasiado, muy peteuve con las fiestas, la comida y el pacharán. O estaba loquita por él o el alcohol hizo el resto.
El 6 de julio le pilló ya instalado en Bruselas. Salió un rato a la calle en el descanso del trabajo, y se descubrió nervioso, no como si estuviera en Pamplona, pero casi. Miró un reloj callejero, de esos que marcan también la temperatura, y con un mariposear de tripas elevó al cielo el triángulo de tela roja. Gritó “¡viva san Fermín!” y como un niño imitó un cohete, ¡chisss, pum! y con la emoción por poco no repara en un enérgico ¡viva! que pronunció a su espalda una reconocible voz: femenina, preciosa y parisina. La magia ya había empezado.

CICLO VITAL

Unos regios gigantes me dieron ufanos la bienvenida con sus proezas giratorias. Pronto mi sonrisa fue llanto: tuve miedo a unas figuras cabezonas que atizaban a los de mi tamaño. Pero sentí la protección de un santo moreno que me sonreía y me calmé al instante.

A lomos de un caballo engalanado noté el calor, el olor animal, la raza. Y toqué al día siguiente otro de cartón, mitad equino, mitad hombre, cuya intención era asustar a niños y mayores. El ferial vespertino me recibía con música estridente y sirenas, luces de neón, remolinos y rifas y olor a comida.

A las diez con los amigos, las primeras veces en las primeras noches sin acompañamiento familiar. Fuegos y bocatas, excesos también. Bailé sin descanso, sin mirar el reloj y sintiendo cientos de miradas de otros tantos países. Algunos de aquellos ojos fueron mis cómplices y caímos sobre la hierba en un beso apasionado. Noches veraniegas, de diversión sin igual, daban la bienvenida al alba, a la carrera mañanera de seis astados y miles de inconscientes, al chocolate con churros y a la siesta diurna.

Volví a perseguir kilikis, con unos dedos diminutos enredados en los míos. Deseo que vivas todo lo que yo disfruté.