Los amigos del arte

Los responsables de urbanismo de cada ciudad española deberían plantearse con urgencia establecer zonas (paredes, muros), a ser posible en lugares céntricos y de paso, para que todo el mundo pueda pintarrajear consignas, colgar banderas o lanzar a lo loco botes de pintura (o huevos, quién sabe), y para que todo el mundo lo vea. Esta medida lograría que cada cual pueda escupir (literal y figuradamente) sobre un muro ad hoc sus reivindicaciones. Cada cierto tiempo se limpiarían, y el número y dimensiones de tales superficies irán acordes con la cantidad de habitantes de la localidad o municipio en cuestión, y una vez limpios vuelta a empezar.

Con unos muros así, quizá la gente proclive al borreguismo insensato se inhibiría de atacar fachadas, escaparates y comercios por el simple y llano motivo de porque-me-sale-de-los-cojones. El pasado 27 de septiembre, para celebrar por todo lo alto las fiestas de San Fermín de Aldapa (o “Txikito”), un grupo de jóvenes tuvo a bien lanzar huevos y provocar destrozos en el local recién inaugurado de ‘Sabor a España’, marca con tiendas en diversas ciudades de nuestro país. Se ve que el solo nombre de España les produjo tal iracundia que quisieron dejar claro, ya en los comienzos de este negocio en Pamplona, quién manda aquí, faltaría más. Radicales atacan con huevos el comercio ‘Sabor a España’ recién abierto en Mercaderes La mencionada tienda elabora frutos secos garrapiñados, turrones, pastas, golosinas, etc., y está ubicada en la Plaza Consistorial, 1. Emplazamiento publicitario número 1.

El mismo tipo de gente –supongo que se conocerán o serán de la misma cuadrilla- es el que tiró pintura roja, verde y negra a la fachada del edificio donde está ‘Zara’. El edificio de Zara en el centro de Pamplona amanece manchado de pintura (14 de septiembre). Vídeo: Zara, objeto de las protestas de los manifestantes a favor de Palestina (3 de octubre). No hará falta que especifique qué vende ‘Zara’; la fachada atacada en cuestión, dos veces en el último mes, está en la Avenida de San Ignacio, 7. Se ve que Amancio Ortega y sus herederos tienen toda la culpa de lo que pasa en Gaza, y por eso se les decora la pared con los colores de la bandera palestina, para recordárselo. Los amables manifestantes también pusieron pegatinas chulísimas en los cristales. Emplazamiento publicitario número 2.

Algunos establecimientos tienen claras fallas de memoria, y por eso amablemente se les volvió a recordar este mes de octubre que no son bienvenidos. Es el caso del Starbucks de la calle Mercaderes, 6, (emplazamiento publicitario número 3), que ha recibido su recordatorio en forma de pintura, por si la rotura de cristales de diciembre de 2024, primero, y mayo de 2025, después, no fue suficiente Vandalizan otra vez el escaparate de Starbucks en Mercaderes

Esta gentuza tan aficionada a redecorar comercios (y que tendrán amigos en el gremio de cristaleros, supongo) justifica sus actuaciones bajo excusas tales como “no es comercio local”, “no son de aquí”, “son explotadores”, “son españoles» (sic), y demás. Nunca se paran a pensar en los empleados de dichas tiendas y comercios, que a lo mejor son nacidos en Lerín, Añorbe o Elizondo, y que bastante tienen con haber logrado un trabajo, mejor o peor pagado, acorde o no con su formación y experiencia, para además tener que limpiar destrozos o simplemente pasar el mal trago de que una turba lance cosas contra los cristales mientras ellos intentan trabajar.

Mención aparte merecen los amantes del arte, en este caso del arte ajeno. Tanto les gusta el arte que buscan aportar su visión pictórica añadiendo unas pinceladas de sopa de tomate La joven que atacó con tomate un cuadro de Van Gogh: «Necesitamos que la gente hable del cambio climático» o de pintura roja -eso sí, biodegradable Dos activistas de Futuro Vegetal arrojan pintura roja sobre un cuadro de Colón en el Museo Naval de Madrid El motivo de tal afán artístico es lo de menos: llamar la atención por el clima o protestar porque en 1492 un tipo con calzas y peinado a lo Greta Thunberg se equivocó de ruta y llegó a las costas de la actual América del Sur, donde todo era paz y armonía y los indios eran superamigos y en absoluto se comían unos a otros.

Para esta gente la historia no vale nada, el arte no vale nada, solo importa su minuto de caso, su hazaña por la que abrirán informativos. Qué importa si se ataca un Van Gogh, ¡como si quiere hundirse todo el techo de Notre Dame! Mirad, estúpidas niñatas de colegio de pago que jugáis a la revolución: vuestro activismo me resulta repugnante y totalmente falto de consideración. Conseguís el efecto contrario, mi total desafección hacia lo que reivindicáis. Espero que, al menos, os hagan pagar de vuestro bolsillo los daños y desperfectos que vais ocasionando.

Por último, a los directores de museos de todo el mundo: igual que nos cachean a los aficionados al entrar a un campo de fútbol, espero que se empiece ya a poner detectores de metales, guardias de seguridad y toda medida disuasoria para que estos alelados del espray y el bote de pintura sean pillados antes de cometer sus barbaridades. Si hay que pagar más cara la entrada porque las medidas cuestan caras, se paga.

Nota final: la publicidad que he hecho a ‘Sabor a España’, ‘Zara’ y ‘Starbucks’ no me reporta ni un céntimo de euro. La hago gratis.

Nota final 2: ayer fue 12 de octubre. A todo el que piense «genocidio en América», «nada que celebrar», «España debe pedir perdón» le recomiendo encarecidamente que lea Nada por lo que pedir perdón, de Marcelo Gullo Omodeo. Y tampoco cobro por la publicidad, simplemente lo he leído, y es muy bueno, y creo que le hace falta a mucha gente.

Si has llegado hasta aquí, gracias por leerme.

Enfermos de calor

Ahora que está la inteligencia artificial en boca de todos, veamos qué responde a la pregunta de cuántos hospitales públicos en España disponen de aire acondicionado:

Me llevo una pequeña decepción, ya que la IA no me sabe decir cuántos centros hospitalarios de mi país tienen instalación de aire acondicionado. Vayamos más allá. Buscando noticias sobre hospitales y aire acondicionado encuentro lo siguiente:

«Pacientes denuncian la falta de aire acondicionado en hospitales: Esto es un horno; una sauna» 01/07/2025, noticia de Gerona publicada en la web de Antena 3 noticias.

«Hasta 40 grados en hospitales de Canarias por la falta de aire acondicionado: No están en condiciones para los pacientes» 13/08/2025, publicado por Informativos Telecinco.

«Los hospitales españoles, asfixiados por el calor: pacientes y sindicatos denuncian las altas temperaturas que sufren en los centros» 01/07/2025, publicado por La Sexta Noticias.

Me voy ahora a lo que tengo más cerca, a mi tierra: Quejas por el calor en el pabellón de geriatría del Hospital Universitario de Navarra, publica Diario de Navarra publica Diario de Navarra el 13 de agosto. En referencia a este hospital en concreto, un sindicato de enfermería ya ha denunciado la situación, y explica que se trata de un problema estructural y crónico, que se repite todos los veranos en los últimos años. La misma situación se extiende a algunas plantas del antiguo hospital Virgen del Camino, y por supuesto ocurre parecido en el área de salud de Estella y de Tudela.

Photo by Cedric Fauntleroy on Pexels.com

Este sindicato exige una revisión urgente de las condiciones térmicas de todos los centros sanitarios, la dotación de sistemas portátiles de climatización donde sea necesario, y la ejecución inmediata de planes de reforma estructural, con inversión y mantenimiento diario.

También han pedido revisar las condiciones laborales en los servicios más afectados, dando prioridad a la salud de pacientes y profesionales. “Esto no va de comodidad, va de salud, de seguridad y de dignidad. Las enfermeras no pueden seguir cuidando en estas condiciones, y los pacientes no merecen ser tratados en habitaciones que superan los 28 o 30 grados”, han advertido. (Estos dos últimos párrafos los pueden leer aquí: Denuncian temperaturas de más de 30 grados en hospitales navarros y no hay soluciones)

Desconozco cuál puede ser la solución, pero es urgente que quienes gestionan el servicio público de salud se sienten a trabajar sobre este único y prioritario punto del orden del día. No se puede tolerar que los enfermos, sus acompañantes y los trabajadores de un hospital tengan que soportar estas temperaturas poniendo en riesgo su salud. Imagino que no será nada fácil; hablamos de edificios antiguos, con un mal aislamiento térmico, con plantas en altura -las plantas más afectadas por el calor suelen ser de la quinta para arriba-, y, claro está, hablamos de una inversión millonaria.

Teniendo en cuenta que aquí en Navarra las mayores partidas presupuestarias van para sanidad, educación y el convenio económico con el Estado, algunos me dirán que ya se invierte en salud, y que nuestra comunidad presume de tener una de las mejores o la mejor sanidad de España. Una búsqueda sencilla por internet nos sitúa a la cabeza junto con País Vasco y Asturias, en un informe de 2024. Pero siempre se puede mejorar, y una mano de pintura barata no va a hacer que los desconchones que sufre nuestra sanidad desaparezcan. No hay duda de que soportar un ingreso hospitalario con temperaturas tórridas es un desconchón de tamaño considerable, y no digamos nada si se trabaja allí atendiendo pacientes, en jornadas de 7, 10, 12, 24 horas.

Otro día podemos abrir el melón de los aparcamientos de pago en zonas hospitalarias, que hoy ya me he extendido mucho hablando del calor. Tener un familiar enfermo durante días o semanas y tener que apoquinar no pocos euros para poder visitarlo o permanecer de acompañante es, a mi modo de ver, sangrante, injusto, recaudatorio e inhumano. Pero en fin, ya digo que no da tiempo a hablar de todo.

Aprovecho este párrafo final para agradecer al siempre humano y amabilísimo personal del Hospital Universitario de Navarra y centros análogos del Servicio Navarro de Salud su disposición y cuidados para con los pacientes. En los últimos años he tenido familiares ingresados por diversas patologías y el trato ha sido siempre exquisito.

Lo de las hamburguesas

Si vives en Pamplona o has venido de visita en los últimos diez días, has tenido que oír hablar seguro del macroevento culinario del momento: The Champions Burger. O lo que es lo mismo: lo de las hamburguesas. Si vives en una cueva o a mil kilómetros, te dejo la información aquí para que leas de qué va la vaina: https://thechampionsburger.es/ Por cierto, la siguiente edición es en Gijón.

Nosotros también hemos estado -¿y quién no ha estado aún?-, porque en Pamplona, cuando se trata de comer, y aunque no sea gratis, allá que vamos. Y eso que las colas interminables y el mal tiempo no han puesto fácil la labor. Estuvimos un miércoles a las 18:30, que ni que fuéramos ingleses para cenar a esas horas, pero nos habían recomendado ir pronto (abren a las seis) si no queríamos comernos, no solo la hamburguesa, sino hora y pico de fila. También tuvimos que esperar, pero un tiempo relativamente corto, y hasta cogimos mesa donde poder degustar nuestros panes con carne e ingredientes diversos.

La conclusión de todo esto es que lo que manda en todas las propuestas que se presentan a esta liga de campeones de la «carne con cosas» es apostar por una buena carne (obviedad al canto), casi siempre producto nacional, madurada mucho tiempo, y que el fuego se encargue de exprimirle todo el sabor. Los aderezos son la parte diferencial: salsas con trufa, con picante, sabor umami, de queso, torreznos, doritos, etc. El universo de las hamburguesas tiene como límite la imaginación: palomitas de maíz o glaseado de donut forman parte de algunas de las recetas de un plato que admite cualquier cosa mientras esté bueno. Yo me comí una Acecina (precioso el juego de palabras), de El Surtidor, pero también probé un poco de la Trufada 2.0 de Rico Burger, otro poco de la Bruuuutal 2.0 de Bobby’s y otro poco de la Double Black de Vacarnal (otro juego de palabras: carnaval, carnal, bacanal, vaca-carne).

La primera vez que probé una hamburguesa (muy alejada de lo que se está cocinando estos días en Pamplona), fue con mis amigas a los trece o catorce años en un local, inexistente hoy, llamado Tutti Pasta, en el barrio de San Juan de Pamplona. A pesar del nombre, no era de comida italiana, o quizá sí, pero no lo recuerdo porque todos los de esa edad a lo que íbamos allí era a comer hamburguesas que, como he dicho, no se parecían casi nada a las creaciones de hoy. Era lo más parecido a ir al McDonald’s, que a Pamplona no llegaría hasta muchos años más tarde, aunque en España la primera tienda, en Madrid, se abriera en 1981.

Quizá porque a las ciudades pequeñas como la mía tarda todo en llegar mucho más que en las grandes urbes, o porque hasta hace pocos años era impensable que artistas de primera línea eligieran Pamplona como parada en sus giras de conciertos, a mí me hace especial ilusión que se celebren eventos de este tipo en mi ciudad. Porque no todo va a ser San Fermín para ponernos en el mapa: aquí no hacemos ascos a campeonatos deportivos, exhibiciones, congresos o festivales de comida, cine o literatura. Por eso no entiendo mucho el «vinagrismo» que les entra a algunos cuando se concentra tantísima gente para asistir a eventos tan excepcionales. Los columnistas, opinólogos y odiadores profesionales se despachan a gusto estos días por diferentes medios despotricando de lo mal que está el tráfico en los alrededores del Parque de la Runa (lugar de peregrinación por unos días para comer hamburguesas gourmet), de lo caras que son, de la cantidad de gente que se ve por la Rochapea estos días, de que no hay quien aparque, de que hay que esperar horas y horas en las filas, y todo por una comida guarra.

Pero que tan guarra no es, eh, dicho sea de paso, salvo porque te manchas cuando chorrea la salsa por entre los dedos. Que no es como ir a un restaurante lo tenemos todos claro: no hay platos ni cubiertos, te sirven en un cartón, si llueve te mojas, pagas por adelantado en lugar de al terminar de comer, hay más gente que en la guerra, el precio de la bebida es desorbitado (pero puedes llevar tu bebida sin problema), y has de invertir mucho tiempo para lo poco que tarda la hamburguesa después en acabar dentro de tu estómago. ¿Muchas incomodidades? Oye, la gente va en verano a festivales de música con un saco de dormir mugriento, sin posibilidad de ducha, durmiendo en el suelo, rodeada de gente alcoholizada o cosas peores y escuchando grupos de los que no había oído hablar hasta ese fin de semana.

Creo que la clave, tanto en esos festivales de música como en lo de las hamburguesas, está en la edad del asistente al evento. Cuanto mayor, peor. ¿Sí o no? Bueno, pues como a mí me ha gustado, será señal de que tan mayor no estoy todavía. Cuando vaya (si voy) a un festival de música de esos indies os cuento a ver…

Cualquier día, la cabeza

Lo que me ha pasado esta tarde es digno de guion de película. Tras recoger a mi hija del colegio hemos ido en coche a renovar su DNI, para lo cual teníamos cita a las cinco y media. Íbamos ya un poco justas, y en esa zona de Pamplona, si de por sí es difícil aparcar, las salidas de los colegios complican más la tarea. Como veía imposible encontrar sitio cerca de la comisaría, he tirado hacia Lezkairu, un barrio próximo donde también cuesta lo suyo aparcar, pero ha habido suerte y aún teníamos tiempo de llegar a la cita, a paso ligero, eso sí. Todavía nos faltaba sacar las fotos de carné, pero afortunadamente la tienda (que está frente a la comisaría) estaba vacía y el fotógrafo ha sido muy rápido y amable.

Hago aquí un inciso. El sitio donde hemos aparcado es una calle larga con muchas plazas para estacionar en batería, y anexa hay una ladera con rampa peatonal por la cual se accede al patio de un colegio. Rápidamente he deducido que no solo se podría acceder al colegio sino que habría algún camino aledaño para llegar a la calle donde está la entrada principal, desde la que, a 300 metros, se encuentra la comisaría de policía. Estaban saliendo los niños de clase en ese momento, y nosotras íbamos en dirección contraria, rampa arriba mientras todo el mundo iba rampa abajo. Para corroborar mi deducción, le pregunto a una mamá de las tantas que nos íbamos cruzando, y me dice que sí, que hay salida a la calle después de atravesar el patio. En esto que se termina la rampa y accedemos al colegio, que es un bullir de uniformadas criaturas masticando la merienda, y papis y mamis cargando con mochilas y abrigos. Con los nervios y las prisas vuelvo a preguntar, en este caso a un papá, por dónde salgo del patio hacia la calle principal. Me lo indica amablemente y, por fin, mi hija y yo vemos la luz al final del túnel y hacemos válido el atajo colegial con el que nos hemos evitado unos cuantos pasos de más.

Hasta aquí el inciso. Y ahora viene lo bueno: al salir de la policía tan contentas con el DNI en la mano me doy cuenta de que no llevo el móvil. La última vez que lo había usado lo llevaba en la mano en el patio del enorme colegio, pero no consigo averiguar dónde ni en qué momento lo he perdido. Volvemos hasta donde habíamos aparcado mientras mi lengua reprime unas cuantas maldiciones y mi cerebro está ya pensando en la cantidad de información que guardo -y que guardamos- en el móvil, y en la faena que supone perder un dispositivo del que somos tan dependientes ya para todo. Iba pensando en esto y en que debía volver a casa para llamarme a mí misma, a ver si alguien lo había encontrado.

Photo by Barbara Olsen on Pexels.com

Por fin, arranco el coche y desaparco, y a los pocos metros veo a mi marido salir marcha atrás de una plaza de aparcamiento. Nos saludamos con el claxon y al pasar a su altura me grita por la ventanilla: ¡tengo tu móvil!

Doy media vuelta y detengo el coche, me bajo y me acerco a él. He aquí lo sucedido: un padre del mencionado colegio encontró mi teléfono, pulsó el botón de emergencia que aparece en la pantalla de bloqueo y accedió a los contactos de emergencia. Y ahí estaba el número de mi marido, al que llamó para explicarle que tenía mi teléfono. Claro, el pobre no sabía de qué le estaban hablando ni por qué yo había perdido el móvil en un colegio que no es el de nuestros hijos. No supo relacionar la proximidad de la comisaría con el lugar donde apareció el teléfono. En cualquier caso, dejó lo que estaba haciendo y se fue a donde le dijo este hombre que estaba aguardando para entregarle el móvil.

Estimado conciudadano: ¡gracias, gracias, muchas gracias! No todo el mundo es así de honrado, ni todo el mundo sabe que en la pantalla de bloqueo se puede acceder a los contactos de emergencia, ni todo el mundo está dispuesto a perder unos minutos de su ajetreada vida para ayudar a alguien. Gracias por llamar, por preocuparte, por esperar. Te podrás imaginar el gran favor que me has hecho hoy.

Apunten: en los ajustes del móvil, vayan a «seguridad y emergencias«. Pulsen «información de emergencia«, y ahí podrán añadir su nombre, grupo sanguíneo, si son donantes de órganos, y más abajo los contactos de emergencia. Añadan los contactos que deseen. Será la forma más sencilla de que, si pierden el teléfono, como yo, les puedan avisar, o si un día están indispuestos o inconscientes y un sanitario debe llamar a alguien por lo que sea, pueda hacerlo. También se puede agregar información médica, como la medicación que toman o si son alérgicos a alguna cosa. Una vez rellenado todo, prueben a bloquear el móvil. Pulsen el botón de desbloqueo pero no pongan el pin ni dibujen el patrón. En la pantalla verán «emerg…». Desde ahí cualquier persona que no pueda desbloquear el móvil entrará en los contactos de emergencia, y solo ahí. No podrá ver ninguna otra información del teléfono. Y está comprobado que puede ser de gran ayuda.

¿En qué lado de la balanza estás?

Esta mañana iba montada en el autobús camino del trabajo, y suelen subirse a esa hora los mismos estudiantes cada día; las caras son las mismas cada mañana, y desde hace poco uno de esos chicos de instituto va con muletas, mochila y el tobillo inmovilizado.

No me extenderé, esto es solamente una anécdota que no es representativa de cómo se comporta la juventud de nuestra sociedad, o eso quiero creer. Pero el chico de las muletas entró en el autobús y avanzó hasta el fondo, donde todos los asientos estaban ocupados. Yo misma me quedé de pie en el fondo, muy cerca de él. Nadie se levantó para cederle el sitio. Unos iban mirando el móvil, otros hablando con el compañero de asiento (entiendo que eran compañeros de clase, además), y otros, simplemente, han seguido a lo suyo. El chaval realizó todo el trayecto de pie manteniendo el equilibrio sobre la pierna buena y las muletas, y con la mochila puesta.

Si hubiera sido mi hijo habría montado en cólera. Me he contenido para no espetar ahí mismo ¿es que nadie piensa dejarle su sitio para que se siente?

Reflejo del mundo en el que vivimos, por desgracia. Menos mal que aún queda gente que compensa la balanza, porque ayer mismo una mujer me vio buscando aparcamiento con mi coche y, desde la acera, me indicó dónde tenía el suyo para que me pusiera a la par y pudiera aparcar yo. La vida.

Plaza de la Cruz

La emblemática y céntrica Plaza de la Cruz de Pamplona está viendo últimamente cómo crece el número de sus defensores ante la amenaza del cemento y el taladro percutor. Para quienes no lo sepan, hay un proyecto de aparcamiento subterráneo que afectará a calles aledañas y que acarreará, además de meses de obras, la tala de una cincuentena de árboles con su consecuente pérdida de sombra y aire limpio. Las plazas de aparcamiento para coches, cerca de 350, cuestan 32.000 euros cada una, y tienen una concesión para 75 años (las de moto son 45 plazas a 1.500 euros). En principio están pensadas para resolver el problema de aparcamiento de vecinos y comerciantes. Por lo que se aprecia en las protestas y concentraciones, pocos vecinos y comerciantes están de acuerdo con que les toquen la plaza y su entorno. Las malas lenguas hablan de intereses inmobiliarios (¿viviendas céntricas para alquileres turísticos con su correspondiente placita de garaje?); la gente de a pie habla de especulación. ¿Quién puede pagar 32.000 euros para aparcar? Los comerciantes tiemblan al pensar en echar el cierre, pues se está hablando de casi dos años de obras con el ruido, el polvo, las molestias y la pérdida de clientes que todo eso conlleva. Adjudicada la construcción del aparcamiento subterráneo de la calle Sangüesa, cuyas obras comenzarán este verano

La Plataforma No Parking Ez de la Plaza de la Cruz solicita al Defensor del Pueblo que medie con el equipo de Gobierno de Pamplona para paralizar las obras

Esta semana pasé por la plaza: hay carteles en los troncos de los árboles que ruegan «no me tales». En la pared de una caseta de obra han colgado dibujos, muchos dibujos, y algún poema, llegados de toda España y de más allá de nuestras fronteras. La calle Sangüesa ya está vallada y cortada al tráfico, han retirado algunos bancos y pronto empezarán, si no lo han hecho aún, con la tala de árboles de ese lado de la plaza. Hasta el momento han sido varias las concentraciones de protesta que cuentan, cada vez, con más participantes. Los vecinos alzan la voz contra el parking de la calle Sangüesa

Estudié el bachillerato en el instituto que contempla majestuoso el paso de la vida por una plaza que acoge sin problema a los niños que juegan en el parque, los ancianos que pasean a la sombra de sus árboles y se toman un descanso en los bancos de madera, o los jóvenes que ríen sentados en los respaldos de esos mismos bancos. En los recreos de primero, segundo, tercero de BUP, la plaza nos esperaba a los estudiantes para comernos el almuerzo y descansar de matemáticas, historia, latín o química. Guardo muy buenos recuerdos de aquellos años, y me entristece pensar en los actuales estudiantes y los que entrarán nuevos en septiembre cuando tengan que soportar todo el curso las incomodidades de tan ingente obra.

Photo by Pierpaolo Riondato on Pexels.com

Quienes somos de aquí no podemos evitar acordarnos de otro aparcamiento que trajo consigo tanta o más polémica: el de la Plaza del Castillo. Hace ya veintidós años de aquello, y aunque un aparcamiento tan céntrico viene bien en muchas ocasiones (no es de plazas en propiedad, sino de rotación y se paga por minutos), nadie que conociera la antigua Plaza del Castillo podrá decir hoy que prefiere la actual a la de antes, con su denso arbolado y aquel suelo de mosaico cuajado de guijarros. https://www.noticiasdenavarra.com/navarra/2021/07/31/20-anos-pasado-enterrado-pamplona-2125912.html

Cuesta creer en la necesidad del aparcamiento de la Plaza de la Cruz estando tan próximo el de la avenida Carlos III, peatonal desde hace años y por cuya reforma y conversión en aparcamiento subterráneo también se llevaron a cabo diversas protestas. La avenida de Galicia, muy cercana a la Plaza de la Cruz, era el emplazamiento que primero se pensó, allá por 2008, para la construcción del aparcamiento. No sabemos el motivo del cambio, pero a buen seguro que el dinero que algunos se llevarán por ello está detrás de esta ubicación, de la adjudicación de las obras y de la venta de las plazas. Es curioso cómo desde las instituciones nacionales (y europeas) se insiste tantísimo en vetar el tráfico rodado en los centros de las ciudades, fomentando el carril bici, los paseos o el transporte público, pero al mismo tiempo aparecen proyectos urbanísticos de este calado que tienen como eje central el coche. Para qué es un aparcamiento subterráneo si no es para los coches. Una mejora de las comunicaciones facilitaría que paseantes, visitantes y dueños de comercios pudieran acceder a la Plaza de la Cruz desde sus respectivos domicilios sin falta de llevarse el coche. ¿No se trataba de eso, de amabilizar las ciudades? ¿Qué hay más amable que un lugar de sombra, de tranquilidad, rebosante de tiendas, de bares y de vida?

A quienes nos gobiernan les tira más el cemento gris, las jardineras horrendas y que desaparezca el comercio de barrio. Al parecer.

Dejo por aquí el enlace a Change.org por si alguien quiere aportar su firma en contra de esta construcción (o destrucción). https://www.change.org/p/no-al-parking-de-la-plaza-de-la-cruz-y-a-la-tala-de-m%C3%A1s-de-50-%C3%A1rboles

Dejo también un vídeo que he encontrado en el que se puede ver cómo es la actual Plaza de la Cruz https://www.youtube.com/watch?v=Bg2_l5R5_1U