De tarea

Me he dado cuenta de que en 2024 llevo publicadas trece entradas en el blog, así que, aunque no soy supersticiosa, vaya aquí la decimocuarta para no conjurar la mala suerte en el último día del año.

Un año más se me han vuelto a pasar los 365 días + 1 (ya que fue bisiesto) volando. Entre trabajar, los niños, los quehaceres cotidianos y los imprevistos que se inventa la vida, se acaba ya el año en que cumplí 44. Qué razón tenía mi abuelo cuando me decía que, pasando de los 18 años, el tiempo corría que se las pela. Sin darme ni cuenta ya tengo un hijo adolescente y otra cada vez más cerca de serlo. Confieso que a veces me entra morriña y desearía, por un minuto, que menguaran y volviesen a gatear, balbucear y tener esa textura blandita y achuchable de bebés. Después se me pasa, claro, pero algo ha detectado el algoritmo del móvil que no hace más que proponerme vídeos de bebés monísimos.

Las peleas ahora no son para que coman, duerman la siesta o se les pase una rabieta. Los esfuerzos se centran en combatir el exceso de pantallas, en que se concentren por más de treinta minutos seguidos para realizar una tarea o estudiar para un examen, en que lean, salgan a la calle, hagan deporte y les dé el aire, desarrollen su personalidad y eviten las malas compañías. En definitiva, estas y otras batallas libradas cada día por padres y madres de adolescentes tienen lugar en un escenario a veces nada alentador: llegamos del trabajo cansados, nuestros hijos regresan también de una jornada intensa que los ha levantado a las siete de la mañana y los ha tenido en clase seis horas. Tras la comida quieren descansar un poco, pero enseguida han de enfrentarse a los deberes. LA TAREA.

Añadamos otro ingrediente: las nuevas tecnologías. En secundaria utilizan el chromebook para todo. Los profesores suben al classroom (de Google) las tareas de su asignatura: tal o cual ejercicio en tal o cual formato y su fecha de entrega. El alumno se acostumbra o se tiene que acostumbrar a diseñar presentaciones, crear diapositivas, contestar kahoots o interpretar mapas virtuales, o simplemente contestar preguntas, pero en el chromebook: realiza la mayor parte de sus tareas en una pantalla, la mayoría de las veces por pura intuición o aprendiendo a base de errores, ya que manejan aplicaciones que sus padres desconocen por mera brecha generacional.

Supongo que a los profesores les resultará mucho más cómodo corregir treinta o cincuenta ejercicios y trabajos que llegan directamente a su cuenta de classroom, donde controlarán fácilmente quién ha entregado la tarea a tiempo y quién no, donde corregirán y evaluarán a golpe de ratón y devolverán la calificación con un clic. Supongo, también, que no les queda otra porque son directrices de los de arriba, y que habrá muchos docentes contrarios a estas prácticas.

Pues bien, voy a hablar por boca de mi hijo. Está en segundo de ESO y ya está harto de tanto chromebook y tanta pantalla. Cree (y estoy de acuerdo con él) que tardaría la mitad de tiempo en hacer esas mismas tareas en papel. Luego está la cuestión de si se exceden o no con la cantidad de tareas. Al mío le ha caído en suerte -más bien en desgracia- una profesora de física y química que no descansa un solo día: todos los días que toca su asignatura vuelve mi hijo con tarea. Como además no le gusta la materia, es un suplicio enfrentarse todas las tardes y muchos fines de semana a esos deberes. Igual la clave no es la cantidad y la frecuencia de esas tareas, sino la calidad. Valdría más la pena centrarse en tareas importantes, realizadas en clase, y corregidas y explicadas delante de los alumnos, que mandar a diario ejercicios sin ton ni son que solo se califican, sin entrar en explicaciones de dónde se ha fallado o qué se puede mejorar.

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¿Cómo vamos a fomentar que nuestros adolescentes realicen actividades al aire libre o socialicen fuera de una pantalla o del WhatsApp si pasan las tardes encerrados en su habitación despachando deberes mirando una pantalla?

Habrá quien me diga que estamos en el siglo XXI y hay que evolucionar con los tiempos: que las nuevas tecnologías son cruciales para nuestra forma de vivir y trabajar, y que los estudiantes de hoy son los adultos del mañana y deben ser competentes en el uso de aplicaciones digitales de toda índole. Mi opinión es que algo de esto es cierto, pero sin excedernos.

La escritura y el uso del papel y de los libros de texto son cruciales en el aprendizaje, y muchos estudios avalan esta postura. Y ahora que menciono la escritura: mi hija está en cuarto de primaria y sus profesoras les están mandando copiar a mano, como una tarea más que añadir a las divisiones o al inglés, textos de cuentos tradicionales para que practiquen la caligrafía, la ortografía y la presentación escrita. Deben escribir un trocito cada semana, ya que han detectado que la letra les ha empeorado desde infantil, en muchos casos. Por qué será que al final se vuelve a la enseñanza tradicional.

En fin, ya perdonarán estas disertaciones. Tenía ganas de desahogarme sobre estos temas y se me ha echado el año encima. Que Dios nos asista, que nos queda más de la mitad de la secundaria aún.

Muy feliz año nuevo, que 2025 les traiga salud, buenas noticias y días felices.