Para Reyes, un gobierno

De siempre fui una chiquilla apocada y discreta. Me sonrojo con facilidad, me cuesta hablar en público, pero al mismo tiempo disfruto de largas conversaciones con gente de mi entorno. He callado muchas veces por miedo a encontrarme una opinión contraria: lo descubrí en una sesión terapéutica familiar por motivos que no vienen al caso. Ese día tomé la determinación de no callarme las cosas, porque el nudo que se forma en la garganta, el estómago y la cabeza es demasiado grueso y difícil de soportar.

Pues bien, a riesgo de perder lectores -e incluso amistades, no sería la primera vez-, voy a abrir una rendija de la caja de los truenos.

Seguí por televisión algunas partes del debate de investi-dura. Dura fue un rato, como un parto, según el Rey. Dura, bronca, crispada y tensa. No voy a analizar las intervenciones de unos y de otros: para eso ya tienen ustedes tertulianos muy bien pagados en las televisiones, plumas mejores que la mía y cuñados a quienes recurrir para que les cuenten las salidas de tono de algunos diputados.

Spanish Congress of Deputies. Built in Madrid in 1850.

Lo que sí haré es llamar la atención sobre un hecho al que no se puede llamar en realidad un «hecho» porque no se ha producido: nadie ha salido a las calles a rodear el Congreso, ningún contenedor ha resultado incendiado, ningún aeropuerto ha sido bloqueado ni invadido, ninguna vía, autopista o carretera ha sido cortada. No hay pintadas, caceroladas ni huelgas convocadas. Lo que hay es una ciudadanía que admite el juego democrático que permite que se viertan opiniones tan dispares como las que escuchamos todos este pasado fin de semana. Hay otro tipo de ciudadanos que se echan a las calles cuando no ganan los suyos y arrasan con todo Dos detenidos, quema de contenedores y agresiones a periodistas en la manifestación «antifascista» de Cádiz convocada por Podemos contra Vox Acabo de citar una noticia que habla de las reacciones violentas de algunos tras las elecciones de Andalucía, porque estoy hablando de votos y de decisiones democráticas. No voy a extenderme recordando lo que pasó tras la sentencia del procès en Cataluña: de sobra sabemos la que se armó. Todo muy civilizado y democrático.

Lo mismo que digo aquello, digo esto: no estuvo bien que los diputados de Vox salieran del hemiciclo cuando iba a intervenir la portavoz de Bildu, ya que nadie se marchó cuando Vox intervino en la tribuna de oradores. Igual que hay gente a la que se le revuelve el estómago cuando Abascal abre la boca, hay gente que sufre lo mismo cuando EH Bildu lanza sus proclamas.

Es lo que tenemos, la gente les ha votado a todos ellos, pero eso no significa que haya que tolerarlo todo. Por eso, hago mías las palabras de Carlos García Adanero, diputado por Navarra, y escribo aquí bien claramente: no nos van a callar. Creo que fue la intervención más digna, transparente y respetuosa al mismo tiempo de todas las que pude ver Debate de investidura 7/1/2020: intervención de Carlos García Adanero

Unas líneas más arriba me he referido al juego democrático. Como todos los juegos, tiene unas reglas que seguir, aunque algunos partidos se las quieran saltar todas. Lo que nuestro flamante presidente Sánchez ha estado haciendo estas últimas semanas no puede llamarse juego; en todo caso doble juego, que según el Diccionario fraseológico documentado del español actual de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos es la «manera engañosa de actuar, haciendo dos cosas contrarias y en propio beneficio».

No iba a pactar con Pablo Iglesias, y se fundió con él en un abrazo. No iba a hablar ni a negociar con ERC, y su abstención propició su investidura (veremos pronto las exigencias que Esquerra llevará a cabo). No iba a sentarse a hablar con Bildu, y estos han contribuido también a hacerlo presidente, y a que también los socialistas gobiernen en Navarra, después de haberlo negado categóricamente. No iba a dormir tranquilo si Podemos estaba en el gobierno, y les ha comprado otro colchón igual al suyo a Pablo e Irene. En fin, ahí tienen la hemeroteca, que es inagotable.

De veras deseo que estos pactos y esta coalición acaben con los problemas de los españoles: que desciendan las cifras de paro, las listas de espera, que sea factible comprar una vivienda o pagar un alquiler, que acaben las desigualdades, que suba la natalidad, que asesinatos y violaciones dejen de abrir los telediarios, que… Ojalá. De verdad. Pero algo me dice que seguiremos igual. O peor, pero espero equivocarme.

Ah, y feliz año nuevo, que no lo he dicho. Je.