Amigas

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Mi mejor amiga no vive en la misma ciudad que yo, pero nos vemos bastante a menudo y hablamos prácticamente a diario. Hemos crecido juntas pero separadas; nos conocemos desde hace tres décadas pero ella se fue a estudiar y a vivir fuera de Pamplona hace ya 26 años. Tenemos la inmensa suerte de no haber perdido el contacto, aunque no lo achacaría solo a la suerte, claro. Esta relación a distancia tiene éxito porque nos hemos empeñado en su durabilidad; también porque somos muy parecidas, nos entendemos a la perfección y la sintonía entre nosotras es patente. Diría que esa sintonía ha ido creciendo conforme el calendario ha ido pasando sus hojas año tras año, y que fue alcanzando su plenitud a partir del momento en que nos convertimos en madres, acontecimiento vital para ambas que tuvo lugar casi simultáneamente. Dos veces.

Porque la vida tiene estas cosas: nuestros respectivos hijos (dos tengo yo, dos tiene ella) nacieron casi al mismo tiempo, así que tienen la misma edad. Esto ha facilitado que mi amiga y yo estemos pasando a la vez por todas las etapas de la maternidad, y estemos criando a nuestros hijos viviendo parecidos avatares, alegrías o dificultades. Nuestras respectivas parejas, por suerte, también se entienden muy bien. Y los cuatro enanos, también. Puedo afirmar con el corazón en la mano que allí, en el hogar que han formado, tengo también a mi familia.

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Hace un par de meses tuve la loca idea de aprovechar algunos días de mis vacaciones para hacerle a mi amiga una visita de cuatro días, yo sola, sin marido ni niños: gracias a quienes han contribuido a que haya podido hacer esta escapada. Hemos hablado muchísimo, nos hemos reído y también hemos llorado un poquito, hemos compartido confidencias, nos hemos ido de compras, he conocido mejor su día a día, y he vuelto a casa con el corazón lleno de agradecimiento por tenerla en mi vida. La admiro por muchas razones que no voy a contar aquí por respeto a su privacidad, pero sobre todo porque, con todo lo que ha pasado, nunca pierde la capacidad de reponerse, de seguir para adelante y de hacer lo que haga falta por su familia, y sobre todo por sus hijas.

Me encantan nuestras excursiones en familia, nuestros ratos al teléfono y cómo quemamos los audios del WhatsApp, porque no son audios, ¡son podcasts!; me encanta que compartamos recetas, anécdotas y recomendaciones de pelis. Tenemos pendientes tantas cosas… Quiero seguir estando a tu lado, proponernos planes, ilusionarnos con todo. Quiero que nos sigamos queriendo y quiero que nos miren como a un par de locas cuando nos partimos de risa al descubrir que ninguna de las dos sabe bailar No rompas más de Coyote Dax.

Hace poco descubrimos una canción que nos erizó el vello desde la primera escucha: Te quiero y punto

Y punto.

Feliz cumpleaños, S.

Sé que me lee, de hecho se suscribió muy pronto al blog, y un día me dijo que leyéndome se le hacía más corto el trayecto del trabajo a casa. Hoy es su cumpleaños, y estará en su casa de Barcelona con su marido y sus dos niños, «teletrabajando» para sus alumnos universitarios. Sirva esta pequeña entrada para desearle un feliz cumpleaños, aunque no se librará de mi llamada telefónica.

Nos conocemos desde niñas: nacimos el mismo año, fuimos al mismo colegio, al mismo instituto y a la misma universidad. Pero ella tiró por ciencias, y yo no. Compartimos profesora particular de inglés para sacarnos el First Certificate, allá en un piso frente al hotel Tres Reyes. Nos veo a las dos también en su casa de la Rochapea recibiendo alguna clase de matemáticas -gratis, encima- de su padre, que fue profesor de FP y hoy está jubilado. Nos veo también en la Renault de mi padre, montadas en la parte de atrás junto con otras tres o cuatro amigas (cuando no era obligatorio el cinturón de seguridad) yendo al Sadar en unos años muy malos para el club rojillo. Estuvimos en el mismo grupo de amigas del colegio hasta que la vida nos fue separando y cada una tiró por caminos distintos y frecuentó nuevas amistades. Pero los años no han dejado que perdamos el contacto.

two people holding cake with lit candles

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Desde hace unos cuantos ya, cuando viene a visitar a su familia a Pamplona, me llama y quedamos un rato con los niños. Suelen ser un par de veces al año: en verano y en Navidad. Pero siempre me avisa, y encontramos un hueco que nos vaya bien. Valoro mucho su amistad; desde niñas siempre nos entendimos: ambas estudiosas, tímidas, poco amigas de llamar la atención. Es una luchadora y la admiro mucho.

Terminó la carrera y se embarcó en un doctorado. Después se marchó a Barcelona a trabajar, y lleva años en la docencia universitaria. Sin tener a su familia cerca, está criando a dos hijos. La vida le ha puesto unas cuantas pruebas en esta carrera de fondo, y las está salvando con creces.

Estas semanas de confinamiento quizá estén influyendo para que nos demos cuenta de lo importantes que son las personas que pueblan nuestras vidas. No solemos expresar lo que sentimos por los demás, hasta que quizá es demasiado tarde. No he querido dejar pasar la ocasión de felicitarte en tu cumpleaños, un día extraño para cualquiera que cumpla años metido en casa, sin que esta se encuentre llena de invitados. Tienes suerte, y yo también, de pasar este día -y todos los que haya que pasar- con las tres personas más importantes de tu vida. Comeos a besos, recibe estoicamente los tirones de orejas de los peques, y sopla las velas para que se cumplan todos tus deseos.

El año que viene, mejor. Seguro.