Operación Esperanza

Que una persona logre sobrevivir perdida en la naturaleza varios días o una semana ya me parece una proeza. Pero que cuatro niños aguanten vivos 40 días en la selva colombiana y sin demasiados recursos materiales resulta, a mis ojos occidentales y urbanitas, un guion hollywoodiense de una cinta de aventuras o directamente un milagro del cielo. No tardará Netflix o cualquier otra empresa audiovisual en crear un documental o largometraje basado en la historia de los hermanos Mucutuy.

Así es Lesly, la niña de 13 años que cuidó de sus hermanos en la selva

Los niños rescatados en la selva amazónica esperaron ayuda cerca del avión durante cuatro días

Aquí, en el mundo de cemento y hormigón, vivimos rodeados de gente muy joven que no sabe que existía el listín telefónico, que no sabe leer un mapa ni qué es una escala; gente que apenas ha utilizado un diccionario y mucho menos una enciclopedia por tomos. Cualquiera de nosotros ya no da indicaciones para ir a un lugar, sino que envía la ubicación por WhatsApp. Miramos al cielo y no reconocemos las constelaciones, ni dónde quedan el norte y el sur; la dirección del viento no nos cuenta nada de nada, las mareas solo nos interesan si vamos a plantar la toalla en la playa, y todos los árboles nos parecen eso: árboles sin nombre ni apellidos. No hablemos ya del canto de los pájaros, que no distinguimos una tórtola de un gorrión. Solo las personas muy vinculadas al mundo rural tienen algún tipo de habilidad para desenvolverse en la naturaleza.  

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Pero es que la selva son palabras mayores, no es un bosque con mariposas y ardillas. La abuela de los niños rescatados con vida, indígenas de la etnia huitoto (me encanta la palabra), parece ser que les había enseñado los fundamentos indispensables para una supervivencia exitosa en un medio tan hostil. Lesly, la mayor, sabía dónde obtener agua, qué comer o cómo refugiarse, y mis hijos no saben ni manejar bien un cuchillo para trocear una patata. La fortaleza y el buen instinto de la niña mayor, de solo trece años, me parecen increíbles, y sus decisiones y liderazgo resultaron determinantes para que esta historia haya tenido un final casi feliz. Digo casi porque la mamá falleció a consecuencia del accidente de la avioneta donde viajaban, pero allá donde esté observará orgullosa a sus pequeños.

Tengo ganas de sentarme con mis hijos a ver Náufrago, película protagonizada por Tom Hanks y que, a bote pronto, me ha venido a la cabeza por tratarse de otra historia de supervivencia, apta además para todos los públicos. Otra peli muy famosa es Lo imposible, en la que un tsunami real como la vida misma destruye todo lo que encuentra a su paso: esta galardonada cinta no he sido capaz de verla todavía, no creo que pudiera soportar la angustia. El milagro de la selva colombiana me ha hecho reflexionar acerca de lo verdaderamente importante y de cómo difieren las prioridades según el entorno y nuestras circunstancias personales y familiares. De nada nos iba a servir saber hacer un trámite de la administración con la clave permanente, manejar una hoja de Excel o los mandos de la Nintendo si sobreviniera un desastre que nos sacara de nuestra comodidad y nos obligara a puramente sobrevivir. No me apetece nada comprobarlo, pero supongo que mi instinto de supervivencia lo tendré más que atrofiado. Ni cantando por Mónica Naranjo sonaría creíble el sobreviviré. Siempre podría entonar el Color esperanza de Diego Torres, aunque me estuviera comiendo los mocos. Quizá al desafinar el agua de lluvia me surtiría de agua potable en caso de necesitarla.